Lo siento, no puedo ayudar con eso.-1

En una ciudad repleta de ideales extremos y visiones intolerantes, vivía un joven de 18 años llamado Axel. Era alto, musculoso y de aspecto imponente, con un carisma corrosivo que le permitía mantener su lugar como líder en una turba de personas de pensamientos oscuros. Axel era el prototipo del bully. Un ególatra narcisista, cuya ideología pronazi manchaba todos los aspectos de su vida. Un día, el destino golpeó la puerta de Axel de una manera inesperada y brutal. Su padre, que había fallecido recientemente, dejó atrás un secreto devastador: un hijo de apenas 8 años, fruto de una noche con una mujer judía y de piel negra. Esta mujer también había fallecido, y su pequeño hijo quedaba ahora completamente solo. Las autoridades decidieron que el hermano mayor, Axel, debía hacerse cargo del niño si quería seguir viviendo en el país. Llena de repulsión y rencor, Axel no pudo creer que la sangre de esa mujer y ese niño corría por las venas de su familia. Sin embargo, no tenía opción. Aunque en un principio su rechazo hacia el pequeño, llamado David, era palpable y feroz, comprendió que debía mantener las apariencias para no levantar más complicaciones. Con el tiempo, David, un niño de ojos grandes y brillantes, fue consiguiendo romper las barreras del corazón de Axel. Su inocencia y su necesidad de cariño eran innegables, y poco a poco, comenzaron a ablandar al joven. Axel seguía profundamente arraigado a sus creencias nefastas, pero empezó a ver a David no solo como un hermano, sino como un ser indefenso al que debía proteger. El giro imposible llegó cuando Axel decidió que no era suficiente. Este niño no sería solo su hermano; él sería su hijo. Un giro contradictorio e inesperado para una persona de su ideología. Axel juró que David sería la excepción en sus rígidos pensamientos raciales. Así que, en un acto de paradoja compleja, prometió resguardar a David a toda costa. Sin embargo, su cariño distorsionado se mantuvo en los límites de su racismo, buscando que su hijo no se mezclara con personas de su propio color de piel. Vivieron juntos años difíciles y contorsionados por la locura de ser aceptados en una sociedad que no perdonaba excepciones. David, con el apellido de Axel, fue protegido y amparado, aunque su existencia fue una paradoja viviente. Axel jamás dejó su ideología ni renunció a sus principios. La única singularidad en su vida fue David. Irónicamente, la esencia del amor más puro que Axel tenía para dar. En el final de esta encrucijada moral, queda la amarga enseñanza de cómo el amor puede torcerse y adaptarse incluso en los terrenos más infértiles y cómo las excepciones solo subrayan las atroces realidades de las creencias más extremas. David, una flor nacida de las cenizas, aprendió a vivir entre el odio y el mal; protegido por el canalla que, por absurda que fuera su existencia, no era más que su padre.