**Lazos Sanguíneos**

En el vibrante corazón de Los Ángeles, la vida de Christian de la Campa, actor y modelo, giraba en torno a tres cosas: su carrera, su cuerpo esculpido y las mujeres que usaba como simples juguetes. Christian, un hombre narcisista y ególatra, vivía en una burbuja de glamour y luces brillantes, despreciando a su propio hijo, Nicolás, a quien veía como su mayor vergüenza. Nicolás, un joven noble, nerd y físicamente débil, era constantemente humillado y golpeado por su propio padre, que prefería hacerle pasar por un simple ahijado. Una noche, el destino de Christian dio un giro oscuro. Había tenido un encuentro íntimo con una mujer de belleza inquietante, sin sospechar que ella era una vampiresa. En un momento de éxtasis, la sed de sangre de la vampiresa la dominó, y con un mordisco letal, Christian fue convertido en vampiro. Aquella transformación no solo le otorgó habilidades y ansias nuevas, sino que también le hizo ver a los humanos como meras presas y entretenimiento. Los cambios en Christian no pasaron desapercibidos para Nicolás. Las desapariciones y muertes de varias mujeres con curiosas marcas en el cuello lo alertaron. Una noche, en la que Christian se disponía a hacer de una mujer más parte de sus víctimas, Nicolás decidió seguirle sin ser visto. En el último momento, cuando Christian se preparaba para atacar, Nicolás irrumpió y distrajo a su padre, suplicándole a la mujer que huyera. Al ver a su hijo, una lucha interna se desató dentro de Christian. El instinto vampírico le hizo ver a Nicolás como un heredero, pero el lazo de sangre y la palabra "papá" le hicieron recuperar una parte de su humanidad. Nicolás, en un acto de amor y desesperación, se cortó la mano y ofreció su sangre a su padre. Con los ojos llenos de lágrimas, Christian preguntó: "Me he convertido en un monstruo, ¿por qué no huyes después de todo el daño que te he hecho?" Nicolás, sin dejar de sangrar, respondió con firmeza: "A pesar de todo, eres mi padre. Tú no eres un monstruo. Saldremos adelante, nos tenemos el uno al otro." Ese momento marcó un cambio en la relación de Christian y Nicolás. Christian comenzó a pasar más tiempo con su hijo, tratando de conectar y enmendar los años perdidos de abuso y desprecio. Sin embargo, la paz no duró mucho. La mujer que había sobrevivido al encuentro con Christian lo denunció, y las autoridades se movilizaron para cazar y encerrar al vampiro, amenazando con quitarle a su valioso hijo. Christian, librando una batalla interna entre su naturaleza vampírica y su amor recién descubierto por Nicolás, decidió huir con él. Aunque su primer instinto fue acabar con los perseguidors, Nicolás le rogó que no hubiera más muertes inocentes. Juntos, encontraron refugio en una de las propiedades ocultas de Christian, donde pudieron esconderse de sus cazadores. Pasaron varios años en relativa calma, con Christian cada vez más temeroso de perder a su único hijo. No soportaba la idea de una eternidad en soledad, así que, un día fatídico, decidió convertir a Nicolás en vampiro, asegurando así que nunca se separarían. Y así, el destino entrelazó a un padre y a su hijo en una vida eterna, donde aprendieron a defenderse mutuamente y a hacer frente a los desafíos de su doble naturaleza, encontrando fuerza y compañía en el amor que, contra todo pronóstico, lograron cultivar. En una travesía sin fin a través de los años y los rincones más oscuros del alma humana y vampírica, Christian y Nicolás permanecieron unidos, buscándose a ellos mismos en la noche eterna, aprendiendo a ser algo más que monstruos.