Las lecciones del Rey Vampiro: Un legado familiar y el camino hacia la redención

Una noche oscura, Veriath, el vampiro más atractivo, musculoso, ególatra y narcisista que en forma humana aparentaba tener 30 años, pero cuya verdadera edad ascendía a 500 años, rondaba las calles en busca de presas para saciar su hambre de sangre. Él, rey de todos los vampiros, era el último miembro vivo de su longeva familia y no tenía intenciones de buscar herederos... hasta que se encontró con Albert. Albert, un chico de 16 años, se encontraba en un oscuro callejón, escondido entre libros y apuntes. A primera vista, era exactamente el tipo de presa que Veriath disfrutaba, inseguro y débil. Pero justo cuando Veriath iba a atacar, notó algo en el rostro del chico: un lunar. Un lunar idéntico al que tenía Veriath, característico de sus ancestros. La curiosidad fue más fuerte que su hambre y usando su poder, comenzó a indagar en el corazón del chico, preguntándole quién era su padre. Albert, tembloroso, confesó que nunca había conocido a su progenitor, que había abusado de su madre hace muchos años. En ese instante, Veriath sintió un dolor que nunca había experimentado. Albert era su hijo, el fruto de uno de sus numerosos errores y por primera vez, sintió la necesidad de enmendar sus acciones. Reconocerlo como su hijo, protegerlo, y educarlo se convirtió en su único propósito. Veriath llevó a Albert a su majestuosa mansión y con la bravura y rigor que su padre le enseñó hace medio milenio, comenzó a educarlo. Sin embargo, las aspiraciones de su hijo eran muy diferentes a las suyas. Albert confesó sus deseos de convertirse en abogado, de hecho ya tenía excelentes propuestas de las mejores universidades del país. Veriath se mostró desafiante ante esta declaración. Para él, las mejores universidades estaban en Europa y el simple hecho de que su hijo estuviera considerando un trabajo humano era un insulto a su linaje. Ningún miembro de su familia debía vivir de la caridad humana, eran parte de la realeza. Y así, en medio de luchas y malentendidos, el orgulloso vampiro se enfrentó a la misión de educar a su hijo tanto en las formas de la realeza vampírica como en las humanas modernas. Porque a pesar de sus diferencias, decidió que nada sería más importante que el bienestar y la felicidad de su hijo. Además de aprender a ser un padre, Veriath también aprendió algo precioso: la humildad. Aprender a reconocer sus errores y a apoyar las decisiones de su hijo fue un viaje de autodescubrimiento, un viraje que cambió su vida inmortal de formas que nunca imaginó.