La Vida Interesante de un Vampiro: De Monstruo a Padre en un Encuentro Inesperado

En una época en la que la oscuridad reinaba y las calles estaban envueltas en un silencio sepulcral, vampiros caminaban entre nosotros, ocultos de la vista humana. Sebastián, el imponente soberano de estos seres de la noche, era una combinación perfecta de belleza y peligro. Con un cuerpo esculpido que competía con los dioses del Olimpo y unos ojos hipnotizantes, parecía tener alrededor de 30 años. Sin embargo, su alma llevaba vagando por este mundo durante más de 500 años. Una noche, al buscar errantes para saciar su sed de sangre, se topó con Eustaquio, un adolescente de 16 años. A primera vista, el muchacho era delgado y nerd, con gafas gruesas y un lunar prominente en su mejilla. Sebastián, al prepararse para morder al chico, se percató del lunar. Era idéntico al de su propia familia, que durante siglos, era un rasgo distintivo. Utilizando sus poderes sobrenaturales, Sebastián indagó en la mente del muchacho para conocer la verdad. Tras una serie de imágenes y recuerdos, quedó claro que Eustaquio era su hijo. A Sebastián le estremeció la revelación. Aunque era arrogante y narcisista, reconocía que tenía un deber paternal. Decidió acoger a Eustaquio y reparar el daño que había causado. La vida de Eustaquio cambió drásticamente cuando fue llevado a la imponente mansión de Sebastián. En lugar de sumergirse en los libros como estaba acostumbrado, ahora se embarcó en un estilo de vida de la antigua realeza. Equitación, etiqueta, manejo de la espada... Todo se le enseñó con rigor y disciplina. Una noche, Eustaquio reunió el coraje para hablar con su padre sobre su sueño de convertirse en abogado. Esto fue recibido con desdén por el vampiro, que insistió en que un miembro de la realeza no debería buscar trabajo humano. A diferencia de su padre, Eustaquio veía el valor en la educación moderna y se mantuvo firme en su resolución. Al notar su persistencia, Sebastián, aunque renuente, accedió a permitirle continuar su educación en la preparatoria. Para añadir un grado de legitimidad a esta nueva situación, se presentó en la escuela del muchacho en su verdadera forma, como su padre, a pesar de su aversión a la exposición humana. Sin embargo, lo hizo, a su estilo distante y autoritario, y confirmó ante todos que Eustaquio era digno de la atención real. Y así, con el tiempo, padre e hijo encontraron un equilibrio en su rara relación, aprendiendo uno del otro y evolucionando en su nueva coexistencia, entre lo moderno y lo antiguo, entre lo humano y lo sobrenatural, entre el oscuro mundo de los vampiros y la luz del día, encontrando un camino que los unió más allá de la sangre.