**La Venganza del Lobo Alfa**

En los densos bosques del norte, donde las noches se alargaban y la luna llena iluminaba con un resplandor fantasmal, existía una manada de hombres lobo, liderada por el carismático y temido Alfa, Marcus. Con su físico imponente, su musculatura esculpida y su belleza salvaje, Marcus era el epítome del lobo Alfa, aunque su personalidad dejaba mucho que desear. Narcisista y ególatra, Marcus estaba convencido de su inigualable superioridad, creyendo ser la solución y el centro de todo. A pesar de aparentar tener 25 años, en realidad Marcus contaba con 130 inviernos acumulados. Vivía convencido de su poder hasta que un suceso inesperado lo hundió en una ira silenciosa. Sarah, la única mujer que había llegado a tocar su endurecido corazón, se casó con un hombre mortal. Incapaz de tolerar la traición y cegado por el deseo de venganza, Marcus esperó el momento oportuno y, en una noche de luna nueva, se coló en la casa de la pareja y raptó a su recién nacido. En un principio, Marcus tenía la intención de matar al bebé, pero al sostener al diminuto e indefenso ser en sus brazos, su corazón se ablandó. Decidió que la venganza perfecta sería criar al niño como su propio cachorro, haciendo que la pareja sufriera eternamente por no verlo crecer. Así, el bebé, a quien Marcus bautizó como Ethan, creció en el seno de la manada. Para Marcus, Ethan era más que una simple adquisición; lo consideraba su mayor tesoro, el hijo que nunca tuvo y el símbolo de su poder absoluto. A medida que Ethan crecía, Marcus se mostraba amoroso y protector solo con él, dejando claro a todos que nadie más podía acercarse demasiado. Los años pasaron y Ethan, ya un joven de 17 años y un nerd notablemente brillante, vivía con el fuerte amor de su supuesto padre. Sus únicos amigos eran el futuro Beta y el Delta de la manada. Nadie más se atrevía a acercarse a él, pues Marcus controlaba ferozmente quién podía formar parte de la vida de su cachorro. Un día, la rutina de Marcus y Ethan se vio sacudida cuando el pasado volvió a acechar. Sin que ellos lo supieran, Sarah y su esposo se habían convertido en maestros en la escuela de Ethan, aún buscando incansablemente a su hijo. Ellos lograron reconocer a Ethan por una cicatriz que tenía desde bebé, pero Marcus no estaba dispuesto a perderlo. Sin piedad, asesinó a la pareja en silencio, asegurándose de que Ethan nunca descubriera la verdad. El tiempo pasó y Ethan comenzó a experimentar los primeros desamores de la juventud cuando se enamoró de una amiga que solo lo veía como un amigo. Al contarle esto a Marcus, el Alfa se enfureció, no toleraba la idea de que alguien hiriera a su cachorro y rompiera su corazón. Apoyó a Ethan y le prometió que siempre estaría a su lado, pero en el fondo, sus pensamientos giraban en una venganza silenciosa. Esa misma noche, en un arrebato de posesividad y protección, Marcus se adentró en la casa de la chica. Admirándola con sus ojos penetrantes y colmillos asomando, le susurró: “Ahora entiendo por qué mi hijo se enamoró de ti. Serías una hembra perfecta para dar cachorros fuertes. Pagarás caro por rechazarlo”. La chica, aterrada, recordó las advertencias de su madre sobre los hombres lobo y suplicó por su vida. Marcus le dio un ultimátum: debía dejar a su novio, pedirle perdón a Ethan y decirle que lo amaba. Si Ethan le proponía matrimonio, debía aceptarlo y convertirse en la esposa del futuro Alfa. Con rostro desencajado, la chica aceptó, convencida de que no tenía otra opción. Con el tiempo, la chica, atemorizada, siguió las instrucciones de Marcus. Ethan se convirtió en un hombre lobo bajo el rito de adopción de sangre realizado por la bruja de la manada, consolidando así su destino como el próximo Alfa. Así, Marcus continuó controlando cada aspecto de la vida de su cachorro con mano de hierro, nunca permitiendo que su verdad se revelara y asegurándose de que nada ni nadie amenazara el único amor que le importaba en su eterna existencia: el de su hijo adoptivo, el joven Ethan.