**La Trágica Transformación de una Familia**

**Título: "El Precio del Arrepentimiento"** El actor y modelo Christian de la Campa era considerado por muchos un hombre de éxito. Con su atractivo físico, musculatura perfecta y un ego que solo rivalizaba con su narcisismo, Christian creía tenerlo todo. Su vida era un reflejo de su vanidad: una lujosa mansión, autos costosos y una familia, que según él, debería reflejar su propia grandeza. Tiene dos hijos: el mayor, Alejandro, de 18 años, que era su mayor orgullo y espejo. Alejandro era el chico más popular y Quaterback en una preparatoria exclusiva para niños ricos. Era la encarnación de Christian: atractivo, arrogante y también egocéntrico. En cambio, su hijo menor, David, de 16 años, era todo lo contrario. Noble, humilde, de corazón de oro, un nerd y físicamente débil, todo lo que Christian despreciaba. Christian y Alejandro humillaban constantemente a David. Lo hacían sentir insignificante, tanto que ambos negaban públicamente su lazo familiar, diciendo que era un ahijado dejado en la puerta de la mansión. La situación empeoraba en la preparatoria, donde Alejandro y sus amigos acosaban a David. El joven sufría en silencio, no solo la crueldad de su familia, sino también una enfermedad cardiaca que lo debilitaba cada día más. Un día, David, ya cansado de tanto sufrimiento, decidió dejar la mansión para pasar sus últimos días en paz. Con sus maletas en mano, se dispuso a salir. Christian y Alejandro lo confrontaron, diciendo que su lugar era en la cocina. Sus palabras hirientes no lograron detener la decisión de David. —Me iré de este infierno, adiós —dijo David con determinación. Furiosos, Christian y Alejandro lo agarraron con fuerza y, en el forcejeo, lo arrojaron sin querer por el balcón de la escalera. David cayó varios metros y se golpeó gravemente. Al verlo tendido en el suelo, la culpa y el remordimiento los golpearon. Lo llevaron al hospital, y allí, los médicos les informaron que el accidente había agravado su enfermedad cardiaca. David estaba agonizando. En su lecho de muerte, David pidió ver a su padre y hermano. Con un último aliento, les dijo: —No les guardo rencor. Quiero descansar en paz. Los perdono. Christian, lleno de arrepentimiento, le rogó que resistiera. —Hijo, por favor. Soy demasiado rico, mi dinero puede pagar lo que sea para que vivas. Alejandro también le pidió perdón y le rogó que resistiera. Pero, con una última exhalación, David cerró los ojos para siempre. Christian y Alejandro gritaron "¡No!" y se derrumbaron en el hospital, abrazando el cuerpo inerte de David. Días después, en el entierro, Christian colocó una flor en la tumba de su hijo. —Perdóname por no ser un buen padre, hijo. —dijo llorando—. Ahora que no te tengo, sufro porque no podré reparar el daño. Alejandro se despidió igual, visiblemente dolido. Hasta que una voz resonó desde lo alto. —¿Harían lo que fuera para que esté vivo? Sin dudar, Christian respondió: —Haría lo que sea para que mi hijo esté vivo. Alejandro, con lágrimas en los ojos, añadió: —Yo también haría lo que sea para que mi hermanito no hubiera muerto. La voz replicó: —Así será. El joven no morirá ni sufrirá de esa enfermedad cardiaca. Crecerá en un hogar lleno de amor, pero no será el vuestro. En cambio, será criado por la única persona que realmente le dio amor y que tú despidiste y mandaste a la cárcel para evitar que revelara el maltrato que sufría: el jardinero. En esta nueva realidad, en vez de mandarlo a la cárcel y despedirlo, le regalaste a David al jardinero y le ordenaste que se fuera lejos. Este será tu castigo. Cuando despiertes, tú y tu hijo recordarán todo, pero ya será tarde. Habrás perdido para siempre a tu hijo. La realidad se alteró, y al despertar, Christian y Alejandro comenzaron a buscar desesperadamente a David. Finalmente, lo encontraron con el jardinero. Increíblemente, escucharon a David llamarlo "papá". Las palabras estallaron en los celos paternales de Christian, iniciando una guerra con el jardinero que ahora era el padre de su hijo. Christian pensaba que con su dinero y poder lo conseguiría. Sin embargo, descubrió dolorosamente que hay cosas que ni todo el dinero del mundo puede comprar: el amor verdadero y sincero de un hijo, y una segunda oportunidad para ser la familia que jamás fueron.