**La Redención de un Padre y su Hijo**

En una majestuosa mansión rodeada de jardines exuberantes, vivía Alejandro, un joven de 16 años cuya vida estaba colmada de dolor y soledad. Alejandro era un muchacho de buenos sentimientos, un apasionado de la lectura y la ciencia, pero su débil salud y su apariencia frágil lo convertían en blanco fácil tanto en la escuela como en su propia casa. Su vida era un contraste doloroso: su padre, Ricardo, un actor y modelo atractivo, musculoso y vanidoso de 32 años, lo trataba como a un simple criado. Ricardo había sido una vez un padre amoroso. Cuando Alejandro nació, su madre los había abandonado, dejando al bebé a su cuidado. Ricardo, entonces joven y lleno de esperanzas, lo había amado profundamente. Por Alejandro, se esforzó y encontró el camino a la fama y la fortuna, prometiéndose a sí mismo que nunca le faltaría nada a su hijo. Sin embargo, la fama y el éxito cambiaron a Ricardo, volviéndolo narcisista y cruel, y olvidando quién era realmente importante en su vida. En la escuela, Alejandro era objeto de bullying constante y su salud delicada solo empeoraba las cosas. Un día, cansado de ser tratado como una carga y sentir que su vida carecía de valor, decidió irse de casa para intentar vivir tranquilo sus últimos días. Mientras recogía sus escasas pertenencias, Ricardo, con una crueldad que dejó una cicatriz profunda en el corazón de Alejandro, le dijo: "Al fin me deshice de ti. Eres un estorbo. Desearía que nunca hubieras nacido." Esa noche, justo cuando Alejandro se disponía a salir, unos hombres armados irrumpieron en la mansión. Habían sido contratados por una examante de Ricardo, buscando venganza por haber jugado con sus sentimientos. Sin pensarlo, Alejandro se lanzó frente a la bala destinada a su padre, recibiendo el disparo en su lugar. Mientras caía al suelo, con la vida desvaneciéndose de sus ojos, alcanzó a decir: "Adiós, padre. A pesar de todo, te amo y te perdono." Ricardo, en un instante de dolor y remordimiento infinitos, se arrodilló junto a su hijo, suplicándole que resistiera, que no se fuera. Pero Alejandro no resistió. Murió en los brazos de su padre, dejando un vacío inmenso en su corazón. Tres días después, el funeral fue un evento solemne y doloroso. Ricardo, destrozado y llenó de culpa, lloró desconsoladamente. Alejandro fue sepultado con el apellido de su padre, en el mausoleo familiar de la mansión. La culpa y el remordimiento se apoderaron de Ricardo, llevándolo al borde de la locura. En su mente, Alejandro no había muerto. Para él, seguía vivo y pasando tiempo juntos. Cualquier insinuación de lo contrario lo volvía peligroso, violento y maniaco. Finalmente, Ricardo fue llevado a un manicomio, donde recibió tratamiento para su condición. Después de un largo período de aislamiento y dolor, un día, mientras paseaba por el jardín del manicomio, encontró una lámpara antigua y polvorienta. Sin pensarlo, la frotó y, para su sorpresa, un genio emergió de la lámpara, ofreciéndole un deseo. Ricardo, sin dudarlo, deseó regresar al día anterior a la muerte de su hijo, conservando todos los recuerdos desde esa noche hasta el momento de pedir el deseo. El genio cumplió su deseo, y de repente, Ricardo se encontró en el pasado, con Alejandro vivo y sano. Sin perder un segundo, lo abrazó con todas sus fuerzas y le prometió: "Ahora te salvaré. No volveré a perderte." Inmediatamente, Ricardo contrató a unos hombres para proteger la mansión, asegurándose de que su examante vengativa no pudiera acercarse. Alejandro, sorprendido por el repentino cambio en su padre, devolvió el abrazo tímidamente, sin entender del todo qué había pasado. Con lágrimas en los ojos, Ricardo le pidió perdón a su hijo y le prometió ser el padre que siempre debió ser. Juntos, comenzarían un nuevo capítulo en sus vidas, con el amor y la protección que Alejandro siempre mereció.