**La redención de Christian de la Campa**-3

En una lujosa pero fría mansión, vivía Christian de la Campa, un actor y modelo reconocido mundialmente por su atractivo y cuerpo musculado. Aunque era sumamente egocéntrico y narcisista, había una promesa que Christian nunca olvidaría: el juramento hecho a su esposa moribunda de cuidar y amar a su pequeño hijo, Nicolás, nacido el mismo día que ella perdió la vida. Los años pasaron, y la promesa de Christian se esfumó como el humo en el viento. Nicolás, un niño inteligente y bondadoso, creció siendo el blanco de los insultos y del desprecio de su propio padre. Conseguía alivio en los libros y en sus estudios, pero sufría bullying tanto en casa como en la preparatoria. No podía entender por qué su propio padre no lo amaba, por qué cada palabra que salía de la boca de Christian hacia él estaba teñida de odio. Desesperado por escapar de tanto sufrimiento, Nicolás decidió emanciparse en secreto. Logró que Christian firmara los papeles necesarios sin leerlos, pues siempre estaba muy ocupado con asuntos más importantes, en su avión privado o en sesiones de fotos. La determinación de Nicolás estaba marcada por una mezcla de dolor y necesidad de libertad. Consiguió un medicamento que aparentaba su muerte y contrató a un grupo que simularía ser una funeraria, con el plan de fingir su fallecimiento y ser trasladado a otro país para comenzar una nueva vida. Todo sucedió conforme al plan: Nicolás fingió su muerte y dejó una nota y una gran cantidad de pastillas junto a su supuestamente inerte cuerpo. Cuando Christian encontró a su hijo muerto, el peso del remordimiento lo aplastó. Abrazó el cuerpo, llorando y gritando en medio de la mansión, culpándose por haberlo perdido. La supuesta funeraria llegó y, a pesar de los ruegos de Christian por mantener el cuerpo para enterrarlo en la cripta familiar, se llevaron a Nicolás. Mientras tanto, Nicolás era trasladado en secreto a otro país, donde comenzaría de nuevo, lejos del desprecio de su padre. Pasaron los meses y la vida de Christian cambió radicalmente. Lo que alguna vez fueron días llenos de admiración y éxito, ahora se habían transformado en noches interminables de tormento. La culpa y el dolor lo consumieron hasta que finalmente perdió la razón. Fue internado en un manicomio, donde pasaba sus días gritando y pidiendo ver a su hijo, convencido de que Nicolás lo esperaba para jugar. Christian, dominado por la locura y el arrepentimiento, se convirtió en un triste ejemplo del dicho: "No sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". En su mente rota, veía a un joven Nicolás, siempre feliz y esperándolo para jugar. El karma se había encargado de su castigo. Mientras tanto, en un rincón del mundo, Nicolás vivía una nueva vida. Llevaba en su corazón las cicatrices del pasado, pero también la esperanza de un futuro donde pudiera ser feliz sin el lastre de su padre. En el fondo de su alma, siempre llevaría el recuerdo de haber vencido el ciclo de dolor y haber reclamado su vida, dejando que su padre se enfrentara a sus propios demonios.