**La Redención de Christian de la Campa**

**Una Cruzada de Redención** Christian de la Campa, conocido por su deslumbrante belleza, musculatura impecable y ego colosal, gobernaba su vida con la misma precisión que su prestigiosa carrera en la actuación y el modelaje. Vivía en una mansión imponente con sus dos hijos. Su hijo mayor, Alejandro, era su joya más preciada: espejo exacto de su padre, popular, atlético y respetado como el quaterback estrella de la preparatoria para chicos ricos. Por otro lado, su hijo menor, Gabriel, era todo lo opuesto. Noble, humilde, con un corazón de oro. Un nerd enclenque, insignificante a los ojos de Christian. Christian y Alejandro, cegados por su vanidad y egoísmo, se complacían en negar la existencia de Gabriel como hijo. Lo describían como un ahijado dejado en la puerta de su mansión y lo trataban con desprecio y humillaciones. En la preparatoria, Gabriel sufría bullying constante a manos de su propio hermano y sus amigos. A pesar de este cruel tratamiento, Gabriel ocultaba un secreto: padecía una grave enfermedad cardiaca y necesitaba un corazón nuevo para sobrevivir. Atrapado en un ciclo interminable de dolor y sufrimiento, Gabriel decidió un día dejar la mansión para pasar sus últimos días en paz. Cuando Christian y Alejandro lo descubrieron con las maletas preparadas, lo confrontaron violentamente. "Tú no te vas de aquí, eres muy insignificante. Tu lugar es en la cocina", gritaron mientras lo inmovilizaban. Sin embargo, Gabriel, decidido a huir, gritó: "¡Me iré de este infierno, adiós!". En un acto impulsivo y cruel, Christian y Alejandro arrojaron a Gabriel desde el balcón de las escaleras, resultando en una caída brutal. El remordimiento los golpeó de inmediato. Llenos de culpa, llevaron a Gabriel al hospital. Los médicos les informaron que, debido al accidente, la condición cardiaca de Gabriel se había agravado y estaba al borde de la muerte. Con sus últimas fuerzas, Gabriel les dijo: "No les guardo rencor, quiero descansar en paz. Los perdono." Christian, derrumbado, rogó por perdón y juró hacer cualquier cosa para salvar a su hijo. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Gabriel cayó en coma y los médicos sugirieron desconectarlo para que no sufriera más. Christian, enfurecido y desesperado, decidió llevar a su hijo de vuelta a la mansión y contrató a una enfermera para cuidarlo. Todos los días, Christian visitaba a Gabriel y le hablaba con ternura: "Descansa hijo, papá está buscando un corazón para ti. Te amo mucho, pronto estarás bien. Ya castigué a tu hermano y aprendió su lección. En cuanto a ese bastardo que te rompió el corazón por una apuesta, ya me vengué. Nadie se mete con mi hijo." Después de besar la mejilla de Gabriel, se encontró con Alejandro, quien estaba todo golpeado. "¿Cómo está mi hermanito?", preguntó Alejandro con remordimiento. "Está descansando. Espero que hayas aprendido tu castigo", respondió Christian. Todo esto había sido revelado por el diario de Gabriel; un diario que Christian había leído, descubriendo la verdad sobre el sufrimiento de su hijo más noble. Ahora, la única misión de Christian era encontrar un corazón para Gabriel, sin importar el costo ni los límites. Decidió utilizar su fortuna y poder para buscar la salvación de su hijo y así, quizás, encontrar también su redención. Desesperado y determinado, Christian juró en silencio: "Hijo, vivirás. Haré lo que sea necesario, aunque tenga que mover cielo y tierra." Y así comenzó una cruzada personal, una búsqueda incansable y desesperada que se enfrentaba no solo a la implacable realidad médica, sino a los monstruos internos de un hombre que, por primera vez, comprendía el verdadero significado del amor incondicional.