**La Maldición de Aurelio**

Aurelio Casillas, conocido como el "Señor de los Cielos", era el narcotraficante más temido y respetado en todo México. Su poder no tenía límites, y su crueldad se extendía tanto hacia sus enemigos como hacia las mujeres que se atrevían a traicionarlo. Sin embargo, todo cambiaría después de que sus hombres cometieran un robo en un antiguo templo maya, llevándose consigo valiosas riquezas y desatando una maldición milenaria. Entre las ruinas del templo, un joven nerd llamado Tomás estaba enfrascado en sus estudios de arquitectura maya. Tomás era todo lo que Aurelio no era: débil, tímido y de aspecto común. Sin embargo, la maldición lanzó su hechizo sobre Aurelio, haciéndolo sentirse irresistiblemente atraído por el joven. Desde aquel día, la mente de Aurelio no podía pensar en otra cosa que no fuera Tomás. Ordenó a sus hombres que investigaran cada detalle de la vida del joven: dónde vivía, quiénes eran sus amigos, sus rutinas diarias, y hasta sus sueños y aspiraciones. La obsesión de Aurelio crecía con cada nueva información que recibía. Una noche, decidió tomar acción. Vistiendo uno de sus trajes más elegantes, se acercó al sitio de excavación donde Tomás trabajaba. Con una mezcla de seducción y arrogancia, Aurelio se presentó ante el joven y le propuso, casi ordenándole, que fuera su novio. Tomás, sorprendido y un poco asustado, rechazó la propuesta de Aurelio con firmeza. "Nunca me fijaría en un mujeriego que cree que tener muchas mujeres lo hace grande. No eres el tipo de hombre que respeto," dijo, sin saber que sus palabras tocarían una fibra sensible en el narco más temido. Las palabras del joven hicieron que Aurelio perdiera momentáneamente la calma. "Si fueras otra persona, te mataría por decirme eso. Pero tú... tú me has vuelto loco. Serás mi novio y solo mío," declaró, su voz temblando de una pasión que nunca antes había sentido. Aurelio, determinado a conseguir lo que quería, empleó todos los recursos a su disposición para conquistar a Tomás. Le enviaba regalos, le ofrecía seguridad contra cualquier peligro, incluso amenazó a cualquiera que se interpusiera en su camino. Pero Tomás, aunque intimidado, no cedía. En su lucha por el amor del joven, Aurelio comenzó a cambiar. Empezó a cuestionar sus propias decisiones y a reflexionar sobre su vida. Con cada rechazo de Tomás, Aurelio descubría una nueva faceta de sí mismo, una que dudaba, que mostraba vulnerabilidad y, finalmente, humanidad. La maldición maya había logrado lo impensable: convertir al despiadado capo en un hombre que, por primera vez, conocía lo que era el verdadero amor. Y aunque Tomás seguía sin ceder a sus avances, Aurelio nunca perdió la esperanza, dispuesto a hacer cualquier cosa para demostrarle que, detrás del temido narcotraficante, había un hombre capaz de amar con intensidad y sinceridad.