La Lección Final del Padre Narcisista

En una ciudad repleta de glamour, donde las luces de la fama brillan más que las estrellas, vivía Amaro Ventura, un famoso actor y modelo. Su físico perfecto y su atractivo irresistible lo convirtieron en un ídolo de masas, y su ego creció con cada mirada de admiración. Sin embargo, detrás del brillo y la fama, ocultaba un oscuro secreto: su propio hijo, Leo, a quien despreciaba, golpeaba y humillaba sin piedad. Leo era todo lo contrario a su padre. Delgado, con gafas y una pasión inquebrantable por los libros y la ciencia, era un "nerd" que no encajaba en el mundo superficial de su padre. Amaro, consumido por su vanidad y narcisismo, negaba la existencia de Leo, alegando que el joven era un huérfano que había sido dejado en su mansión. El adolescente vivía como un criado en su propia casa, sometido a un infierno cotidiano tanto en el hogar como en la preparatoria de niños ricos donde estudiaba. Los días de Leo estaban llenos de bullying y crueldad a manos de los chicos populares de la escuela, encabezados por el arrogante Rodrigo y su pandilla. Sin embargo, nada se comparaba con la brutalidad que sufría en casa. Para Amaro, Leo era un estorbo en su "vida perfecta". El clímax del desprecio paternal llegó una noche cuando Amaro, en un ataque de furia, le gritó a su hijo: "Desearía que nunca hubieras existido. Eres un estorbo en mi vida perfecta". Esas palabras perforaron el alma de Leo más que cualquier golpe físico. Llorando desconsoladamente, corrió a su pequeña habitación de servicio. La desesperación y el dolor eran insoportables, y Leo, sintiéndose completamente solo y rechazado, tomó una cuerda y se ahorcó. A la mañana siguiente, Amaro, furioso por no encontrar su desayuno preparado, subió a la habitación de Leo. Al ver el cuerpo inerte de su hijo, el actor experimentó una ola de remordimientos y culpa. Tomó el cuerpo de Leo entre sus brazos y, por primera vez en su vida, lloró incontrolablemente. "Perdóname, hijo. Es mi culpa que hayas muerto. Soy un monstruo." El velorio fue un evento sombrío. Amaro, sumido en la culpa, decidió enterrar a su hijo en la mansión donde había vivido y sufrido tanto. La tristeza y el remordimiento lo llevaron a buscar refugio en el alcohol, tratando de ahogar el dolor que lo consumía. Días más tarde, Amaro encontró el diario de Leo. Al leerlo, descubrió con horror el calvario que su hijo había vivido no solo por su crueldad, sino también por el acoso de los chicos populares de la escuela. Consumido por la rabia y la culpa, decidió tomar justicia por sus propias manos. "Mi hijo sufrió por culpa de ellos. Ellos pagarán con su vida," murmuró con la mirada perdida. En una desenfrenada espiral de venganza, Amaro localizó a Rodrigo y su pandilla. Los capturó uno por uno, y antes de eliminarlos, los torturó, haciéndolos sentir el dolor que su hijo había sufrido. Una vez consumada su venganza, regresó a la mansión y, lleno de desesperación, se preparó para reunirse con Leo. Con una soga en la mano, miró al cielo y, con lágrimas en los ojos, diciendo "Ahora sí podremos estar juntos, hijo. Ya te vengué." Con un último suspiro, se ahorcó, poniendo fin a su vida y a su tormento. La mansión, que alguna vez fue símbolo de lujo y fama, quedó en silencio, envuelta en un aire de tragedia y remordimiento. La historia de Amaro Ventura y su hijo Leo resonaría para siempre como una advertencia sobre los peligros del narcisismo y la crueldad, recordando a todos que detrás de la fachada del éxito puede esconderse un oscuro abismo de sufrimiento humano.