"La Lámpara Mágica del Nerd y el Entrenador"

Era una fría mañana de otoño cuando Mateo, un joven de 18 años, delgado y con gafas gruesas, entró a una tienda de antigüedades en busca de algún objeto con el que adornar su pequeña y modesta habitación. Su vida no era fácil: era constantemente acosado y humillado por Bruno, el entrenador musculoso y millonario de 33 años que trabajaba en su preparatoria. Bruno, con su atractivo físico y su egolatría, se deleitaba en ridiculizar a Mateo frente a sus compañeros. En el fondo de la tienda, Mateo encontró una vieja lámpara de aspecto curioso y decidió comprarla. Esa misma noche, en un arranque de frustración y tristeza, sostuvo la lámpara entre sus manos y dijo en voz alta, sin realmente pensar en lo que decía: "Desearía que Bruno, el entrenador, me amara y fuera mi novio posesivo y protector". Sin saberlo, la lámpara estaba encantada y capaz de cumplir cualquier deseo. A la mañana siguiente, Mateo se despertó sobresaltado. Al girarse en la cama, se encontró cara a cara con Bruno, quien estaba desnudo y lo abrazaba fuerte y cariñosamente. El entrenador le sonrió con una ternura que Mateo nunca habría imaginado. "Buenos días, amor", murmuró Bruno, besando suavemente la frente de Mateo. "Ya preparé nuestro desayuno y nos vamos a la prepa. Recuerda, amor, que en la prepa nadie debe saber que somos novios y que vivimos juntos. Yo quisiera decir a los cuatro vientos que te amo, pero debemos ser discretos. Por cierto, esta noche es nuestro aniversario de cinco meses de noviazgo. Esta noche te haré el amor como nunca nadie te lo ha dado ni te lo dará. Eres mío y solo mío". Confundido pero secretamente feliz por esta inesperada vuelta de los acontecimientos, Mateo asintió. Bruno le había comprado ropa nueva y lo ayudó a vestirse antes de salir juntos hacia la preparatoria, aunque mantuvieron la apariencia de ser solo entrenador y estudiante para el resto del mundo. Durante el día, Bruno se mostró más protector que nunca, defendiendo a Mateo de cualquier comentario ofensivo o jalón. Los otros estudiantes comenzaron a murmurar, pero nadie se atrevía a desafiar al musculoso entrenador. Esa noche, Bruno llevó a Mateo a una cena romántica al aire libre, en un jardín con luces colgantes y música suave. Después de una comida exquisita, Bruno se arrodilló y, con lágrimas en los ojos y un anillo en la mano, le pidió a Mateo que se casara con él. Mateo, aunque aún confundido por la magia que los había unido, aceptó conmovido. Esa noche, volvieron a la mansión de Bruno, y en la intimidad de su hogar, hicieron el amor con una pasión y ternura que Mateo jamás había experimentado. Aunque la situación había sido creada por un deseo inconsciente, el amor que crecía entre ellos parecía cada vez más real y profundo con cada día que pasaba. Así, vivieron juntos, desafiando las expectativas y prejuicios, encontrando en su singular historia un amor verdadero y una protección inquebrantable. Mateo había encontrado en Bruno no sólo un novio posesivo y protector, sino también un hombre que lo amaba genuinamente y con quien podía construir un futuro lleno de felicidad.