La Caída de Christian: Un Duro Despertar

**El Precio del Desprecio** Christian de la Campa, un hombre de imponente presencia y conocido por su atractivo físico, vivía envuelto en una burbuja de egolatría y narcisismo. Había forjado una carrera como actor y modelo, siempre rodeado de adulación, y en cada reflejo que encontraba, confirmaba su perfección. Pero detrás de esa fachada, existía un hombre marcado por una tragedia que había prometido cambiarlo para siempre. La muerte de su amada esposa durante el parto de su hijo fue un golpe devastador, y en su lecho de muerte, le juró solemnemente que cuidaría y amaría a ese niño. A medida que los años pasaban, la promesa quedó relegada a un rincón olvidado de su corazón. El niño, a quien llamaron Alejandro, creció bajo la sombra de un padre que lo veía como una carga. Alejandro era un muchacho distinto, poco interesado en la apariencia física o el reconocimiento social. Era un nerd apasionado por la ciencia y la literatura, y su debilidad física y su carácter reservado lo convertían en blanco fácil para el acoso tanto en la escuela como en su propio hogar. Christian, incapaz de ver más allá de sus éxitos y su arrogancia, no podía entender ni aceptar a su hijo. Su falta de empatía lo llevaba a humillar y maltratar a Alejandro, haciéndolo sentir insignificante y no deseado. Alejandro sufría en silencio, llevando el dolor del desprecio de su padre y el bullying de sus compañeros de preparatoria. Su tortura emocional lo llevó a un punto crítico en el que decidió que la única salida era la emancipación. Con una mente brillante y una determinación feroz, Alejandro planeó meticulosamente su huida. Engañó a Christian para que firmara los documentos de emancipación sin leerlos, y luego ideó un plan audaz para desaparecer de su vida como si hubiera muerto. Contrató a un grupo especializado que se haría pasar por una funeraria, y con la ayuda de un medicamento especial, fingió su propia muerte. La mañana del supuesto trágico desenlace, Christian encontró el cuerpo sin vida de su hijo junto a una nota y un frasco de pastillas vacío. En la nota, Alejandro expresaba el profundo dolor que había soportado y cómo había decidido liberarse, cumpliendo de manera estremecedora el deseo de su padre de no ser más una carga. Christian, invadido por un remordimiento indescriptible, tomó el cuerpo inerte de su hijo, lo abrazó y lloró desconsoladamente. La funeraria llegó para llevarse el cuerpo, haciendo cumplir el último deseo de Alejandro de ser cremado. Christian, desesperado, trató de impedirlo, queriendo enterrar a su hijo en la cripta familiar, pero fue en vano. El supuesto cadáver fue llevado, y Christian quedó devastado creyendo que su hijo había sido reducido a cenizas. Entretanto, Alejandro era llevado secretamente a otro país, donde iniciaría una nueva vida. Encontró finalmente la paz y el anonimato que tanto había anhelado, lejos de la sombra opresiva de su padre. Meses después, la culpa y el dolor consumieron la razón de Christian. Su mente, atormentada por la pérdida y el remordimiento, lo llevó a la locura. Fue internado en un manicomio, donde, día tras día, gritaba y suplicaba ver a su hijo. En su estado de demencia, creía que Alejandro lo estaba esperando para jugar, para compartir el amor que nunca le había dado en vida. El destino, en un cruel giro del karma, le había enseñado a Christian la lección más dura de todas: no apreciar a quienes están cerca hasta perderlos irreversiblemente. Así, atrapado en los confines de su mente rota, Christian pagó el precio de su desprecio, mientras Alejandro, en un rincón lejano del mundo, comenzaba a sanar y construir una nueva existencia lejos del hombre que nunca pudo quererlo.