In the Clutches of Ego: The Antichrist and His Son.

Detrás de los opulentos muros de una imponente mansión en la colina, vivía Sebastián Montiel, un hombre atractivo, musculoso, ególatra, narcisista y multimillonario de 35 años. Su vida estaba marcada por los negocios, las opulentas fiestas y una infinidad de amantes que desfilaban por su vida. Sin embargo, había una sombra que eclipsaba su lujosa existencia: la dolorosa muerte de su esposa durante el parto de su único hijo, Diego, cuando él apenas tenía 21 años. Desde ese momento, Sebastián, incapaz de manejar el duelo, volcó su atención en el trabajo y las relaciones superficiales, ignorando prácticamente la existencia de Diego. Peor aún, se desquitaba con él, un joven frágil y con una mente brillante, a quien trataba con crueldad y desdén, considerándolo un "nerd" y un perdedor. Desconocía que Diego, de solo 14 años, padecía una enfermedad terminal y le quedaba poco tiempo de vida. La situación se tornaba insostenible en el hogar, y un día, Diego, cansado de vivir en ese infierno, enfrentó a su padre en una fuerte discusión. Las palabras hirientes de ambos se entrecruzaron, hasta que Diego, en medio de la contienda, sufrió una crisis tan severa que perdió el conocimiento. El mundo de Sebastián se tambaleó al ver a su hijo en el suelo; por primera vez, sintió un profundo remordimiento y culpa. Sin pensarlo dos veces, lo llevó al hospital. En el hospital, la verdad golpeó duramente a Sebastián: su hijo estaba muriendo. La culpa y el remordimiento lo abrumaron, y en un acto de desesperación, le pidió perdón a Diego. El joven, noble y sin rencores, lo perdonó. Pasaron tres semanas, y el padre e hijo decidieron disfrutar de un día de campo. Pero el momento de alegría fue interrumpido por una nueva y fuerte crisis de Diego. Desesperado, Sebastián lo llevó de vuelta a la mansión. Mientras lo cargaba, le susurraba al oído: “No vas a morir, no me importa lo que tenga que pagar, tú sobrevivirás.” Esa noche, en un gesto de desesperación, pronunció las fatídicas palabras: “Vendería mi alma y cualquier cosa para que mi hijo sobreviva y me ame.” De repente, en la penumbra de su lujosa mansión, apareció Satanás. “Cualquier cosa, dices,” murmuró con una sonrisa. Sebastián asintió, sin dudar. Satanás entonces le ofreció un pacto: Diego viviría y estaría sano, pero a cambio, Sebastián se convertiría en su instrumento, el Anticristo. Juntos dominarían el mundo, y Sebastián perdería todas las emociones humanas como caridad, humildad y amor, salvo por el de su hijo, que sería un amor posesivo y egoísta. Sin titubear, Sebastián aceptó el trato. El mal lo poseyó en ese instante y, al mirarse en el espejo, dijo con una sonrisa siniestra, “Ahora este mundo será nuestro.” Refiriéndose a él y a su hijo. Observó a Diego descansar y al ver que estaba curado, se acercó y lo abrazó, susurrándole: “Cumplí mi promesa, pequeño, vivirás. Ahora haré grandes planes para que dominemos el mundo. Duerme, mi pequeño, ahora dedicaré mi tiempo a nosotros.” Esa noche, mientras Sebastián vigilaba a su hijo, encontró una carta sin abrir sobre la mesa. La abrió y descubrió que era una declaración de amor para Diego. Un rayo de celos y furia atravesó sus ojos. Determinado, investigó quién había escrito la carta. La noche se tiñó de sangre cuando asesinó a sangre fría al autor de la carta, murmurando con cada golpe: “Esto te lo buscaste por intentar quitarme lo que es mío. Mi hijo es mío y solo mío, y mataré a quien desee arrebatármelo.” Así, Sebastián Montiel se convirtió en el ser más poderoso y temido del mundo, su amor por su hijo una mera sombra de lo que alguna vez pudo haber sido, mientras su malvado propósito de dominación global comenzaba a tomar forma.