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Question: Escribe una historia en la que un hombre atractivo, musculoso,egolatra y narcisista de 30 años que es un gran hacendado y dueño de tierras, este hacendado toda su vida desprecio a su unico hijo de 15 años por ser segun el debil, insignificante, un nerd y no ser tan agraciado.La vida le cobra haciendo que el joven tenga un accidente de transito que ocasiona que caiga en coma. Los medicos desean desconectarlo pero el imponente hombre por primera vez no lo permite,el arrepentimiento y la culpa lo carcomen sin importar gastar dinero contrata a una enfermera y todos los aparatos para atenderlo en casa. La vida le cobro caro el daño que le hizo a su propio hijo.Pasaron muchos meses y el joven desperto a pesar de ver cambios positivos en su padre, las autoridades al ser notificadas que el joven sufrio maltrato infantil intervinieron y decidieron que el joven ya no podia vivir en un hogar asi.El hombre nunca permitiria que le quitaran a su hijo, siendo informado por las autoridades compradas por su dinero lo que las autoridades pensaban hacer dijo: primero muerto que permitir que me quiten a mi hijo el es mio y solamente mio. Decidio huir del pais con el joven con otra identidad y con toda su fortuna. El imponente hacendado habia asesinado a sangre fria a los policias que habia comprado cuando supo que lo habian traicionado. Este hacendado tan imponente no le importaria matar con tal de no perder nunca a su hijo, su hijo era suyo y de nadie mas.
En los vastos campos dorados del norte, donde la tierra se extiende hasta donde alcanza la vista, se hallaba una imponente hacienda que pertenecía a Don Leonardo Valverde. A los 30 años, Don Leonardo era un hombre atractivo, musculoso y ególatra, tan famoso por sus músculos como por su inmensa fortuna y su carácter despiadado. Nadie osaba desafiar su autoridad, y su palabra era ley en aquellos parajes. Sin embargo, detrás de esa fachada de perfección y poder, había una herida profunda: su único hijo, Javier, de 15 años. Javier no heredó el físico atlético ni la arrogancia de su padre; en cambio, era un joven delgado, reservado y aficionado a los libros. Don Leonardo siempre lo había despreciado por esto, considerándolo débil e insignificante. Un fatídico día, la vida decidió cobrarle a Don Leonardo su desprecio. Javier sufrió un trágico accidente de tránsito y cayó en coma. Los médicos recomendaron desconectarlo, pero por primera vez, Don Leonardo se negó. La culpa y el arrepentimiento lo carcomían. Decidido a hacer todo lo posible por su hijo, no escatimó en gastos y contrató a una enfermera y adquirió todos los aparatos médicos necesarios para atenderlo en casa. Pasaron meses, durante los cuales Don Leonardo se transformó. Atendía a su hijo día y noche, hablándole, esperanzado en que Javier despertara. La vida cobró caro el daño que había hecho, exigiendo un precio muy alto: la redención no venía sin sufrimiento. Y un día sucedió el milagro: Javier despertó. Su mirada, aunque débil, mostró un destello de esperanza que tocó el corazón de su padre. Pero la alegría fue efímera. Las autoridades, al ser notificadas del caso de maltrato infantil, intervinieron y decidieron que el joven no podía seguir viviendo en ese hogar, aunque Don Leonardo había cambiado. "¡Es mío y sólo mío!" rugió Don Leonardo, invocando su autoridad y su amor paternal torcido. No podía soportar la idea de perder a su hijo, ahora que había comprendido su valor. Informado por los policías corruptos a quienes había comprado, sobre los planes de las autoridades, tomó una decisión drástica. "No permitiré que me lo arrebaten," murmuró mientras preparaba su huida. Armado y decidido, Don Leonardo asesinó a sangre fría a los oficiales que habían osado traicionarlo. Luego, con un plan calculado y su fortuna a cuestas, adoptó una nueva identidad y huyó del país con Javier. El hombre que había sido imponente y despiadado cambió los vastos campos dorados por un lugar recóndito y oculto. En su paranoia y amor deformado, Don Leonardo se convirtió en un fugitivo, pero no en uno que escapara de la ley, sino de la posibilidad de redención. Sabía que había sellado su destino; nada ni nadie le arrebataría a Javier. Su hijo era suyo y de nadie más, y en esa posesión enfermiza, encontró su juicio final. La vida había cobrado sus deudas, no con pobreza ni humillación, sino con la soledad de un reino destruido por su propio gobernante. En un rincón oscuro del mundo, un hombre poderoso se convirtió en un esqueleto aferrado a su única posesión, sin comprender que el amor no se puede forzar ni comprar.
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