Final Alternativo para "Tanto Amor"-1

Esa misma noche, después de que David - en el cuerpo de Alberto - susurrara palabras de amor posesivo a Mia, un viento helado irrumpió en la habitación. La luna llena iluminaba una oscura figura que poco a poco se materializaba frente a la cama. Era un hechicero con vestimenta antigua y ojos que ardían con una sabiduría milenaria, el mismo que David había contactado para llevar a cabo el intercambio de cuerpos. El hechicero levantó una mano, y David sintió una punzada fría en su pecho. "David Roldan", susurró el hechicero con voz etérea, "Tu pacto fue injusto, causó desequilibrio en la línea del destino. Has alterado el curso de muchas vidas, el precio debe pagarse." David intentó hablar, pero su voz se perdió en el aire. Mia, perturbada por el frío, se despertó y vio al hechicero. Confundida, observó como la figura espectral se acercaba y señalaba a David. "El espíritu debe regresar a su lugar de origen", declaró el hechicero. Una luz cegadora envolvió la habitación, y David sintió como si su alma fuera arrancada del cuerpo de Alberto. Pudo ver el semblante de su antiguo amigo, desorientado y débil, pero presente de nuevo en su propio cuerpo. "¡No!" gritó David mientras era transportado de vuelta al vacío de la muerte. Sus últimos pensamientos fueron de desesperación y rabia. Alberto cayó de rodillas, jadeando, recuperando la conciencia de manera fragmentada. Mia, sorprendida pero extrañamente tranquila, corrió a socorrerlo. "¿Alberto? ¿Eres tú realmente?" Los ojos de Alberto, aunque llenos de confusión, mostraban genuina preocupación y amor hacia Mia. "Sí, soy yo, Mia. Lo siento... no sé... qué ha pasado exactamente, pero todo lo que recuerdo es una pesadilla, una prisión de la que no podía escapar." Mia lo abrazó fuerte, con lágrimas en los ojos. "Te he sentido extraño desde hace tiempo, pero ahora todo tiene sentido. No importa lo que haya pasado, porque te tengo de vuelta." Meses pasaron, y el niño creció en un hogar lleno de amor verdadero. Alberto, aunque todavía atormentado por vagos recuerdos del tiempo perdido y la traición de su antiguo amigo, dedicó cada día a hacer feliz a Mia y a su hijo. El hechicero jamás regresó, pero su intervención dejó una enseñanza profunda: el verdadero amor no se puede forzar, y cualquier intento de alterarlo inevitablemente volverá a encontrar su equilibrio. David Roldan, perdido para siempre en la oscuridad, se convirtió en una advertencia silenciosa de que el amor y la obsesión nunca deben confundirse. Y así, el amor genuino de Mia y Alberto pudo prosperar, libre de las sombras del pasado.