Envidia en Espejismos

Había una vez un joven llamado Andrés, de 17 años, quien vivía en la sombra de su hermano mayor, Diego. Mientras Andrés era un chico inteligente pero inseguro, con sobrepeso y una apariencia que no era considerada atractiva por los estándares de la sociedad, Diego era todo lo contrario: atractivo, musculoso, egocéntrico y completamente narcisista. Para Andrés, cada día en casa era un infierno debido al constante bullying que sufría de parte de Diego. Una tarde, después de un día especialmente difícil, Andrés encontró en una tienda de antigüedades un espejo de cuerpo entero que captó su atención. Era algo viejo, con un marco ornado y ligeramente desgastado, pero había algo en él que lo fascinaba. Decidió llevarlo a su habitación, pensando que tal vez, con el tiempo, podría encontrar algo de valor en la antigua pieza. Esa noche, tras recibir una tanda de golpes y humillaciones de Diego, Andrés se encontraba agotado y emocionalmente destruido. Se miró en el espejo con lágrimas en los ojos, sintiendo una profunda desesperación. "Desearía ser mi hermano," murmuró, apenas consciente de lo que estaba diciendo. Algo muy extraño ocurrió en ese momento. El reflejo de Andrés en el espejo comenzó a distorsionarse hasta que, ante su asombro, apareció la imagen de Diego, flexionando sus músculos, vistiendo únicamente unos boxers muy ajustados. Movido por una mezcla de desconcierto y desesperación, Andrés extendió su mano hacia el espejo. Al tocar su superficie, un resplandor brillante lo envolvió, cegándolo momentáneamente. Cuando pudo volver a ver, todo había cambiado. Sentía una fuerza y confianza nuevas. Miró hacia abajo y se dio cuenta de que estaba en el cuerpo de Diego. Diego, ahora en el cuerpo de Andrés, comenzó a gritar y a maldecir, pero Andrés, en el cuerpo de su hermano, lo miró con una mirada tranquila y decidida. "Todo este tiempo me trataste como basura," dijo Andrés, con una voz cargada de una seguridad que nunca había tenido antes. "Ahora sabrás lo que es estar en mis zapatos." Inicialmente, Diego intentó usar la fuerza bruta para revertir el intercambio, pero Andrés, aprovechando su nuevo cuerpo, logró mantenerlo a distancia. Diego pronto se dio cuenta de su debilidad y tuvo que aceptar la nueva realidad, aunque lleno de resentimiento. En los días que siguieron, Andrés comenzó a experimentar las ventajas de ser Diego. Por primera vez en su vida, la atención y el respeto eran cosas que obtenía sin esfuerzo. Chicas que jamás le habían dirigido la palabra ahora lo buscaban, y la sensación de fuerza y atracción física era abrumadoramente nueva. A medida que los días se convertían en semanas, Andrés se dio cuenta de que no quería volver a su antigua vida. Se sintió cada vez más cómodo en el cuerpo de Diego, adoptando sus hábitos y disfrutando de su poder y popularidad. Con el tiempo, comenzó a olvidar quién era realmente, dejándose consumir por la vida de su hermano. Diego, atrapado en el cuerpo de Andrés, intentó averiguar una forma de revertir el cambio, pero sin el espejo mágicamente como su aliado, no tenía esperanza. Tuvo que adaptarse a la vida que Andrés había llevado, enfrentando el bullying y la soledad que tan cruelmente le había impuesto. Y así, Andrés decidió quedarse en el cuerpo de Diego para siempre, sumergiéndose en el atractivo mundo que antes le había sido negado. Mientras tanto, Diego aprendió una dura lección sobre humildad y empatía, aunque dentro de un cuerpo que nunca fue suyo. La vida, de una manera retorcida, había equilibrado la balanza de justicia.