Encanto y Castigo: El Amor Forzado entre un Empleado Inmigrante y un Actor Arrogante

Christian de la Campa, talentoso actor y atractivo modelo, tenía fama de ser arrogante fuera de las cámaras, especialmente con sus empleados. Entre ellos se encontraba Enrique Sánchez, un angelino de origen latino que había cruzado la frontera de manera ilegal para conseguir trabajo y enviar dinero a sus hijos en México. Aunque trabajaba diligentemente, Enrique era objeto constante de humillaciones por parte de Christian. Su acento, sus costumbres, incluso su simple existencia parecía ser motivo suficiente para el actor para tratarlo como a un paria. Sin embargo, Enrique soportaba estoicamente, pensando en sus hijos y en la vida que estaba construyendo para ellos. Una noche, bajo la luna llena, Enrique oró a Eros, dios del amor, para que suavizara el corazón de Christian. Su petición fue escuchada, pero Eros, que a veces puede ser tan cruel como amoroso, decidió dar una lección a Christian. Hizo que se enamorara perdidamente de Enrique. Al principio, Christian se resistió, luchando contra sus nuevos sentimientos. Sin embargo, con el tiempo, su obsesión por Enrique se volvió tan intensa que incluso llegó a desear su posesión. Enrique, sin embargo, no correspondía a sus sentimientos y trató de mantener su distancia. Christian, sin embargo, no desistió. Empleó su encanto innato para seducir a Enrique y, misteriosamente, comenzó a servirle una bebida especial cada noche. Sin saberlo, Enrique estaba consumiendo un poderoso afrodisíaco, lo que en última instancia lo llevó a tener relaciones con Christian. Un día, después de que Enrique estuvo particularmente distraído, Christian le presentó algunos documentos para que los firmara. Sin pensar mucho en ello, Enrique firmó donde le indicaron. Solo más tarde descubrió que había firmado un certificado de matrimonio. Christian logró su objetivo. Aunque su método fue poco ético, finalmente consiguió que Enrique fuera suyo. Sin embargo, uno solo puede esperar que, en algún momento, aprenda que el amor no debe ser forzado, sino ganado.