El Vínculo del Colmillo: Amor y Protección en un Mundo de Oscuridad

Había una vez un hombre lobo Alfa, un espécimen majestuoso y atractivo, con una apariencia falsamente joven de 25 años, a pesar de su antigüedad de 130 años. Su físico era envidiable, musculoso y fuerte, imponiendo su presencia en cada rincón de su territorio. Se le conocía por ser un líder cruel y despiadado, líder de una fuerte manada de lobos, y su narcisismo y ego eran tan grandes como su aparente atractivo. Despreciaba a los humanos con todo su ser, los veía como inferiores, como seres débiles e indignos. Sin embargo, un día, durante una de sus rondas habituales de vigilancia, escuchó algo que no esperaba: los débiles llantos de un bebé humano recién nacido. Algo dentro de él cambió cuando vio al bebé. La pequeña criatura lo miró y le sonrió a través de sus lágrimas, y contra todo pronóstico, la sonrisa inocente del bebé logró ablandar el corazón de piedra del hombre lobo. Movido por un sentimiento desconocido, tomó al bebé en sus brazos y lo llevó de vuelta a su territorio, proclamándolo a su manada como su cría. A medida que el bebé crecía, se volvió cada vez más inteligente y estudioso, su padre lobo se encontraba cada vez más apegado a él, su cariño y amor crecían junto con él, junto con sus instintos de protección y posesión. Ante su hijo, el hombre lobo mostraba una dulzura y amabilidad que a nadie más le permitía ver. Pero no todo era perfecto para su hijo. Aunque inteligente y estudioso, no tenía amigos ya que todos le tenían miedo a su cruel padre. También, su padre era tan posesivo que despedazaba y masacraba a cualquiera que mirara a su hijo con deseo. Sin embargo, siempre se aseguraba de que su hijo no viera ni supiera de estas atrocidades. Presentaba una cara a su hijo y a todos los demás mostraba su verdadera naturaleza. El plan del hombre lobo era nombrar a su hijo como el próximo Alfa cuando cumpliera 21 años, que era la mayor edad en su manada. Planificó que a esa edad, lo convertiría en hombre lobo y forjaría en él un líder a su imagen y semejanza, manteniendo su legado y crueldad, pero siempre protegiendo a su hijo de la realidad de su naturaleza. Así fue cómo, contra todo pronóstico, un hombre lobo despiadado, encontró el amor y la dedicación en un hijo humano, escondiendo su naturaleza cruel mientras criaba a un líder entre los hombres lobos, y sin darse cuenta, demostrando que incluso las criaturas más temibles pueden sentir amor y protección.