**El Vampiro y su Venganza**

Era una noche sin luna, y la sombra de Viktor se deslizaba furtivamente por los callejones húmedos y oscuros de la ciudad. Viktor era un vampiro musculoso y extremadamente atractivo. Su belleza era tan impresionante que no encontraba rival, y su egolatría y narcisismo eran casi tan inmortales como él. Hace muchos años, había aparentado tener 25 años, pero la eternidad le permitía mantener su apariencia joven y vigorosa. El motivo de su intrusión nocturna era el más primitivo de todos: la venganza. Isabella, la mujer que una vez había amado con una intensidad vampírica, se había casado con un hombre mortal. No podía soportarlo, sentir la humillación de ser sustituido por un simple humano le corroía. Así que, sin vacilar, cuando el matrimonio dormía ajeno a lo que se avecinaba, Viktor robó al bebé recién nacido de la pareja. Su plan inicial era matarlo, consumar su odio y tristeza en un acto final de cruel revancha. Pero cuando vio al bebé, algo dentro de él cambió. Sus ojos inocentes y su pequeño cuerpo indefenso tocaron una parte de su alma que creía muerta. En lugar de acabar con su vida, decidió cuidarlo como si fuera su propio hijo, convencido de que esta sería la venganza perfecta. Jean, el bebé, creció bajo la tutela de Viktor, convirtiéndose en un adolescente de 17 años. Viktor se mostraba como un padre amoroso y protector, aunque su naturaleza posesiva no le permitía estar lejos de Jean. Su amor estaba contaminado por el miedo a la soledad, el miedo a perder a ese único ser que había llegado a significar tanto para él. Mientras tanto, los verdaderos padres de Jean no cesaron en su búsqueda. Los años pasaron y cada pista que obtenían se enfrentaba a la astucia de Viktor, quien siempre conseguía evadir a la pareja desesperada. Sin embargo, el destino tenía planes diferentes. Debido a una serie de casualidades, los padres de Jean fueron empleados como maestros en su colegio. El encuentro fue inevitable. Al reconocer a su hijo, los padres planificaron revelarle la verdad. Viktor, percatándose de ello, no iba a permitirlo. En un arrebato de furia, asesinó a la pareja antes de que pudieran decirle nada a Jean, asegurándose de que su secreto moriría con ellos. Jean nunca supo la verdad sobre sus orígenes. La soledad de su hijo tras la tragedia lo afligió, y Viktor intentó consolarlo. “¿Qué te sucede, hijo?” le preguntó acariciando su cabello. Jean, con ojos tristes, le confesó que se había enamorado de su amiga, pero ella lo veía solo como un amigo y estaba saliendo con otro chico. El rostro de Viktor se transformó en una máscara de ira controlada. “No te preocupes, hijo,” dijo con una sonrisa siniestra, “aquí está tu padre, que nunca te abandonará.” Esa noche, mientras Jean dormía, Viktor se coló en la habitación de la chica. La miró y, entendiendo por qué su hijo se había enamorado de ella, le dijo, “Eres hermosa, y has cometido un error al rechazar a mi hijo.” La chica, al ver los colmillos relucientes de Viktor, recordó las historias que su madre le había contado sobre los vampiros y sus venganzas. Temblando, se arrodilló y le suplicó perdón. Viktor la agarró del mentón y le dijo, “Si quieres vivir, terminarás con tu novio. Pedirás perdón a mi hijo, le dirás que lo amas y aceptarás casarte con él si te lo propone. Serás una esposa ejemplar y yo me ocuparé de guiar a mis futuros nietos. Esto queda entre tú y yo.” La chica, aterrada, hizo lo que se le exigió. Con el tiempo, Jean creyó haber encontrado el amor verdadero, sin saber que su felicidad estaba construida sobre los cimientos de un terror impuesto. Viktor, viendo a su hijo feliz, decidió que había llegado el momento de completar su transformación. En una ceremonia oscura y solemne, convirtió a Jean en un vampiro, asegurando así que su legado continuaría eternamente. Y así, en la figura de su joven hijo inmortal, Viktor encontró la compañía que tanto temía perder, perpetuando un ciclo de amor y venganza que se repetiría por los siglos de los siglos.