**El Vampiro y su Hijo Robado**

Había una vez un vampiro atractivo, musculoso, ególatra y narcisista llamado Lucien, que aparentaba tener unos eternos 25 años. Lucien, sin embargo, fue herido profundamente cuando la mujer que amaba, Eleonora, decidió casarse con un hombre mortal llamado Arthur. La traición y el dolor lo consumieron, y en una noche oscura y silenciosa, Lucien decidió cobrar venganza. Guiado por su rabia y deseo de represalia, Lucien irrumpió en la casa de Eleonora y Arthur mientras dormían para secuestrar a su bebé de unos días de nacido. Con el bebé en sus brazos, listo para completar su venganza al quitarle la vida, algo insospechado sucedió. El pequeño, indefenso y cálido, miró a Lucien con ojos llenos de inocencia. En ese momento, el corazón gélido de Lucien no pudo soportar destruir esa inocencia, y su propósito cambió radicalmente. Decidió criar a ese bebé como su propio hijo, viendo en ello una oportunidad más dolorosa de venganza: la pareja jamás vería crecer al hijo que tanto amaban, y el niño sería suyo para siempre. Llamó al niño Alexander y lo cuidó con la dedicación más amorosa y sobreprotectora, envolviéndolo en los lujos del mundo vampírico. Sin embargo, su posesividad aumentaba cada día, temiendo que en algún momento su soledad volviera si Alexander lo abandonaba. Eleonora y Arthur, desesperados, no cesaron de buscar a su hijo, recorriendo el mundo entero con la esperanza de hallarlo. Cada vez que se acercaban a descubrir su paradero, Lucien los superaba huyendo con Alexander. Así, pasaron los años y la búsqueda perpetua llenaba de dolor los corazones de la pareja. Alexander, ahora con 17 años, se había convertido en un joven nerd. En su vida escolar, dos nuevos maestros se habían unido al equipo educativo: Eleonora y Arthur, sin saber que su hijo estaba tan cerca de ellos. Como lectores ávidos de pistas, un día la conexión entre ellos finalmente se hizo clara. Cuando Lucien comprendió que su secreto podría verse revelado, decidió actuar. En una noche sin luna, la pareja fue brutalmente asesinada por Lucien, quien no estaba dispuesto a perder a su hijo adoptivo. Alexander, ajeno a la verdad, continuó su vida con su "padre", sintiendo en su pecho una tristeza misteriosa que no podía explicarse. Un día, Lucien notó la tristeza en los ojos de Alexander y, queriendo más que nada verlo feliz, le preguntó qué le ocurría. El chico, en su ingenuidad, confesó que estaba enamorado de una amiga que solo lo veía como un amigo y que se había fijado en otro chico. Lucien, furioso por el rechazo que una simple mortal había infligido sobre su hijo, le prometió: "No te preocupes, hijo. Aquí está tu padre que nunca te abandonará. Esa chica verá su error." Esa noche, mientras Alexander dormía, Lucien entró en la habitación de la chica y, al verla, comprendió la razón por la cual había cautivado el corazón de su hijo. "Ahora entiendo por qué mi hijo se enamoró de ti, eres muy hermosa," susurró. "Pero pagarás caro por rechazarlo." La chica, asustada al ver los colmillos de Lucien, recordó las historias de su madre que siempre la previnieron: "Nunca rechaces el amor de un vampiro, si lo haces, él se vengará." Temblando de miedo, se arrodilló y le imploró por su vida. Lucien, con voz fría y calculadora, le ordenó: "Si quieres vivir, terminarás con tu novio, le pedirás perdón a mi hijo y le dirás que lo amas. Si él te pide matrimonio, te casarás con él y serás una gran esposa. Y yo me encargaré de guiar a mis futuros nietos. No le dirás a nadie lo que hablamos." Desesperada y aterrada, la chica obedeció todas las exigencias de Lucien y, con el tiempo, hizo lo que se le pidió. Eventualmente, el amor fingido floreció en algo real y, tiempo después, Lucien convirtió a su hijo en vampiro para asegurar que su familia, la familia que había construido sobre el dolor y la venganza, permaneciera unida para siempre.