El Vampiro Real: Un Renacer Paternal a través de la Educación Vintage

Érase una vez, un vampiro llamado Damir, un ser sobrenatural de aspecto atrayente y portentosa musculatura. Con apariencia de un hombre de 30 años, pero en realidad era un ser inmortal de más de 500 años. Arrogante y narcisista por naturaleza, Damir era el rey de todos los vampiros. Una noche, mientras cazaba, buscando una presa donde saciar su sed, se topó con Silvio, un chico de 16 años, bastante común, tímido e intelectual. La intencionalidad de Damir de beber la sangre del muchacho, quedó interrumpida al advertir un pequeño lunar en su cara. Aquella marca sólo era vista en su linaje, la cual, hasta ese momento, creía extinta. Sorprendido, Damir usó sus poderes para penentrar en los recuerdos de Silvio, descubriendo así, que su madre había sido abusada, y Silvio nunca había conocido a su padre. Damir comprendió con amarga sorpresa que ese chico era su hijo. En su corazón, una lucha interna se desató entre su orgullo y el remordimiento que le producía el hecho de haber abandonado a su propia sangre. Finalmente, decidió reconocer a Silvio como su hijo y reparar todo el daño causado. Decidido a empezar de nuevo, Damir llevó a Silvio a su majestuosa mansión y comenzó a educarle del mismo modo severo y antiguo en el cual fue instruido hace varios siglos atrás. Lecciones de equitación, modales en la mesa, trato hacia la servidumbre, esgrima, diplomacia y liderazgo. Sin embargo, Silvio, apegado a su vida y metas personales, reveló a Damir sus deseos de convertirse en abogado, alentado por múltiples solicitudes de ingreso a las mejores universidades del país debido a sus excelentes calificaciones. Damir, incrédulo y molesto, aconsejó a su hijo que no debía buscar unede de oficio humano, pues él era miembro de la realeza, un heredero al trono vampírico. A pesar de sus reticencias, Silvio accedió a las lecciones de Damir, pero un día le propuso continuar sus estudios secundarios ya que su ausencia prolongada podría desencadenar una búsqueda por parte de las autoridades. Contrariado, pero comprendiendo la lógica de su hijo, Damir permitió que Silvio regresara a la preparatoria, incluso se presentó como padre del muchacho en la institución, aprovechando la oportunidad para juzgar si ese lugar era digno de su hijo. Y así, un enlace extraño se formó entre padre e hijo, un lazo de sangre y persistencia, donde ambos tendrían que aprender a aceptar y respetar los deseos y metas del otro, a pesar de las diferencias que dividían su mundo.