El Vampiro Errante: Arrepentimiento y Redención en el Corazón de un Padre Inmortal

En el enigmático pueblo de Rosentrade, envuelto en una atmósfera de misterio y riquezas, habitaba André, un vampiro de 230 años que aparentaba 18. Su presencia en la prestigiosa preparatoria Nightfall era objeto de admiración y envidia. Su atractivo físico y musculoso, su carácter ególatra y narcisista lo convertían en el indiscutible rey del lugar. Para mantener su fachada, llevaba consigo un medallón que le permitía caminar bajo el sol. La vida de André estaba bien orquestada; nadie en la preparatoria sospechaba su verdadera naturaleza. No obstante, tras esa estampa perfecta se ocultaba un oscuro secreto: diecisiete años atrás, tuvo una relación con una humana que quedó embarazada. Temiendo que la mujer divulgara su secreto, la secuestró, convirtiéndola en su sirvienta, y decidió criar al niño con crueldad, presentándolo siempre como un huérfano y su ahijado. El niño, llamado Lucas, creció sin conocer el amor y afecto de un padre. André lo educó, pero lo trató peor que a un esclavo. Cuando Lucas cumplió 16 años, André se inscribió en la misma preparatoria para mantenerlo vigilado de cerca. Allí, el joven era objeto constante de bullying, tanto por su padre vampiro como por su séquito de chicos populares. Lucas, escuálido y tímido, encontraba consuelo solo en su madre, quien también sufría bajo la tiranía de André y anhelaba la libertad. Un día, en medio de la tortura habitual, Lucas se enfrentó a André delante de sus amigos y, con voz quebrada, le dijo: "Ya déjame en paz, padre. No pienso darte más mis apuntes. Si quieres matarme, hazlo, no te temo ya." Sus palabras resonaron como una bomba, y el furioso vampiro, herido en su orgullo, comenzó a golpearlo sin piedad. Lucas, huyendo desesperado, fue alcanzado por André en el balcón del tercer piso. Gritando "¡Suéltame!", Lucas logró zafarse solo para chocar contra un vitral y caer al suelo. El impacto fue brutal; el joven derramaba sangre y su mirada no se apartaba de André. Por primera vez, el vampiro sintió culpa y remordimiento. Bajó rápidamente y, en un tono desesperado, intentó consolar a su hijo: "Por favor, resiste, pronto estarás bien. Perdóname, te lo pido." La multitud lo señalaba y lo llamaba asesino, pero André, ajeno a ellos, cargó al joven y corrió al hospital. Los médicos hicieron todo lo posible, pero la situación era crítica. Lucas fue llevado a cuidados intensivos y André, al confundirlo con su hermano debido a su juventud, fue permitido para verlo. En la habitación, conectado a numerosos cables, Lucas habló sin apenas fuerzas: "No permitas que me muera, si tienes que convertirme, hazlo. Pero dime, ¿por qué lo harás si siempre me viste como un estorbo y una escoria? Nunca tuve un padre y así será siempre. En mis primeros años llamaba tu atención y nunca me la prestaste. No quiero irme odiándote. Te perdono, padre. Adiós." Las palabras de su hijo perforaron el alma de André como una estaca. Lucas sufrió dolores agónicos y, cuando André se preparaba para morderlo, sus signos vitales cesaron. El joven había muerto. André, destrozado, abrazó su cuerpo y gritó: "No, mi hijo, maté a mi propio hijo. No." La culpa y el remordimiento lo consumieron. Tres días después, Lucas fue sepultado en el mausoleo familiar. La madre, aprovechando el funeral, escapó de André, cumpliendo la promesa de comenzar una nueva vida lejos de la sombra del vampiro. André quedó solo, preso de su culpa. Constantemente entraba a la antigua habitación de Lucas, tocando sus pertenencias y renegando su suerte: "Estoy pagando todo el daño que hice. Lamento y me arrepiento no haberte amado, hijo. Pronto nos reuniremos. Esta noche me clavaré la estaca y mi ataúd estará cerca al tuyo. Ya nos reuniremos." Esa noche, la mansión de André quedó en silencio eterno, y con la estaca en el corazón, el vampiro solitario se preparó para unirse a su hijo en la oscuridad de la muerte. Y así, el rey de la preparatoria Nightfall se convirtió en un mito, un eco de advertencia sobre el costo del orgullo y la crueldad.