**El Precio del Amor: Un Pacto Oscuro entre Padre e Hijo**

En la opulenta mansión de los Montesquieu, habitaba un hombre llamado Julian, agraciado con una apariencia envidiable, musculoso, egocéntrico, narcisista y multimillonario. Con solo 21 años, su vida cambió abruptamente con la muerte de su esposa durante el parto de su único hijo, Alexander. En lugar de volcarse en el cuidado de su recién nacido, Julian se sumergió en el mundo de los negocios y en una constante búsqueda de placer con innumerables amantes, dejando a su hijo necesitado de amor y cuidados. Alexander, ahora con 14 años, había sobrellevado la crueldad, arrogancia y el constante bullying de su propio padre. Considerado por Julian como débil, un nerd y un perdedor, Alexander siempre había sido la sombra de lo que su padre consideraba un verdadero hombre. Lo que Julian desconocía era que su hijo padecía una enfermedad terminal, y el tiempo de Alexander en este mundo se agotaba. Desesperado por escapar del infierno en el que vivía, una fatídica noche, Alexander decidió enfrentar a su padre en una acalorada discusión. Las duras palabras y la falta de comprensión intensificaron una crisis en Alexander, quien finalmente perdió el conocimiento. En ese instante, Julian sintió por primera vez una punzada de culpa y remordimiento y rápidamente llevó a su hijo al hospital. Allí, en la fría y estéril sala de espera, Julian recibió la devastadora noticia de la enfermedad terminal de Alexander. La culpa y el remordimiento lo abrumaron; con lágrimas en sus ojos, pidió perdón a su hijo. Alexander, quien no albergaba rencor, lo perdonó. Pasaron tres semanas, durante las cuales ambos intentaron recuperar el tiempo perdido. Un día, durante un plácido paseo por el campo, Alexander sufrió otra severa crisis. Desesperado, Julian lo cargó en sus brazos y lo llevó a su mansión. Mientras corría, le susurraba a su hijo: “No morirás, no me importa lo que tenga que pagar, tú sobrevivirás”. Esa noche, en su mansión, Julian, dominado por la desesperación, pronunció las palabras que sellarían su destino: “Vendería mi alma y cualquier cosa para que mi hijo sobreviva y me ame”. Ante él, se apareció Satanás, quien le dijo: “¿Cualquier cosa, dices?” Julian, con lágrimas en los ojos, asintió. Satanás continuó: “Tu hijo vivirá y no tendrá ningún mal, pero a cambio, tú serás mi instrumento. Serás el anticristo y juntos, lograremos grandes planes y cambios. No tendrás sentimientos patéticos como caridad, humildad y amor. Lo único que te importará será dominar el mundo. Tu hijo será el único ser vivo que amarás, pero ese amor será egoísta, como el nuestro. No querrás compartirlo con nadie, e incluso matarás a todo aquel que desee tener una relación amorosa con él. Dime, ¿aceptas el trato?” Julian asintió y, en ese momento, el mal encarnó en él. Ahora, al mirarse en el espejo, Julian dijo: “Este mundo será nuestro”, refiriéndose a él y a su hijo. Al ver a Alexander descansar y, milagrosamente, curado, se acercó, lo abrazó y susurró: “Cumplí mi promesa, pequeño. Vivirás. Ahora haré grandes planes para que dominemos el mundo. Duerme, mi pequeño. Ahora dedicaré mi tiempo a que estemos juntos como padre e hijo. Eres mío y solo mío”. Esa noche, al entrar en la habitación de Alexander, encontró una carta sin abrir sobre la mesa. Al abrirla, descubrió que era una declaración de amor dirigida a su hijo. La ira y el amor egoísta se apoderaron de él. Determinado a proteger lo que consideraba suyo, investigó hasta descubrir al autor de la carta. Lleno de odio, Julian localizó al joven enamorado de su hijo y, en un acto de fría venganza, lo asesinó. Mientras lo hacía, susurraba: “Esto te lo buscaste por intentar quitarme lo que es mío. Mi hijo es mío y solo mío. Mataré a quien desee quitármelo”. En ese oscuro camino, Julian se convirtió en la encarnación del mal, dispuesto a sacrificar cualquier cosa por un amor egoísta y posesivo. En su nueva y pérfida existencia, dominar el mundo a cualquier costo se convirtió en su único objetivo, con la esperanza de que algún día, Alexander comprendiera y compartiera su retorcido destino.