El Narco Hechizado

Era un día caluroso y húmedo en la densa selva de Yucatán cuando Aurelio Casillas, el temido y respetado Señor de los Cielos, lideró a sus hombres en un audaz asalto a un antiguo templo maya. Las riquezas obtenidas eran exorbitantes, pero no sabían que al adentrarse en los secretos de ese lugar sagrado, estaban invocando una maldición milenaria. Mientras saqueaban los tesoros, uno de los hombres de Aurelio encontró un extraño amuleto enterrado entre las ruinas. Sin saberlo, al tocarlo, desató una maldición que atrajo sobre su jefe un destino inesperado. Poco después de llegar a su fortaleza, Aurelio comenzó a sentir algo nunca antes experimentado: un amor obsesivo por un joven que estudiaba la arquitectura del templo, un nerd llamado Javier, que había estado investigando en aquel sagrado lugar. Javier era todo lo contrario a las usuales conquistas de Aurelio: débil, con gafas gruesas, y más interesado en libros que en cualquier forma de acción. Decidido a seguir sus nuevos sentimientos, Aurelio ordenó una investigación exhaustiva sobre el joven. Cada detalle, cada movimiento, todo estaba bajo su escrutinio. Al poco tiempo, supo todo lo que necesitaba sobre Javier y se lanzó al ataque con la misma determinación que empleaba en sus negocios. Una tarde, en un elegante café de Mérida, Aurelio se acercó a Javier. Con su carisma arrollador, lo sedujo con palabras suaves y promesas llenas de romanticismo. Finalmente, le propuso que fuera su novio. Pero Javier, mostrando una valentía más allá de su apariencia, lo rechazó tajantemente. —Jamás me fijaría en un mujeriego que cree que tener muchas mujeres lo hace un gran hombre —respondió Javier con firmeza. La furia de Aurelio se encendió al escuchar esas palabras, pero la maldición actuó como un freno poderoso. —Si fueras otra persona, ya habrías muerto por tus palabras —gruñó Aurelio con los ojos entrecerrados—. Pero tú me has vuelto loco y te digo que serás mi novio y solamente mío. Aurelio intentó, sin éxito, ganarse el amor de Javier con métodos tradicionales. Nada funcionaba. Desesperado, decidió recurrir al engaño. Una noche, se acercó al joven con una propuesta de paz. —Javier, acepto que no acostumbro perder, pero antes de dejarte tranquilo, ¿podríamos beber algo en señal de paz? Javier, agotado de tanta insistencia, aceptó. Tragicamente, no sabía que el narco había puesto un potente afrodisíaco en su bebida. Bajo la influencia de la droga, Javier sucumbió a los avances de Aurelio. Ese mismo día, bajo circunstancias difusas, ambos se casaron civilmente. Y más tarde, en la opulenta habitación de la mansión de Aurelio, consumaron el matrimonio. —Eres mío —le susurró Aurelio tras el acto, su voz un eco posesivo en la penumbra de la habitación—. Mataré a cualquiera que se atreva a tocarte. A la mañana siguiente, Javier despertó con la opresión de la realidad sobre él. Al ver el acta de matrimonio y estar junto a Aurelio, pensó en su familia y en el peligro que podrían correr si intentaba huir. Doblado por el miedo, decidió quedarse con el narco y enfrentó a Aurelio con una última petición. —Si realmente me amas, debes terminar con tus aventuras extramaritales. Seré tuyo, pero solo si puedes ser mío. Conmovido por la firmeza de Javier y atormentado por su deseo obsesivo, Aurelio aceptó las palabras de su amado. Utilizó todas sus influencias, el dinero y el miedo acumulado durante años, para despedirse de todas sus amantes. El temido Señor de los Cielos, por primera vez en su vida, decidió dedicarse plenamente a alguien. Así, la maldición se volvió un enigma; Aurelio cambió su manera de amar y aprendió que el verdadero poder no reside en la cantidad de conquistas, sino en la devoción sincera a un solo amor.