**El Lazo Inquebrantable**

Era una noche oscura y tormentosa cuando Christian de la Campa volvió a su mansión después de una ardua sesión de fotos. Su porte impecable y su físico musculoso siempre lograban atraer miradas en cualquier lugar donde se presentara. Para él, solo existían tres cosas en la vida: su carrera, su cuerpo y las mujeres. Era un hombre ególatra y narcisista, siempre envuelto en su propia grandeza. Rara vez pensaba en su hijo, Juan, un joven de 16 años que para Christian era su mayor vergüenza. Juan era todo lo que Christian jamás quiso ser: un nerd, débil y noble. La bondad de su hijo era algo que Christian nunca pudo comprender ni aceptar. De hecho, prefería negar su paternidad, presentándolo ante el mundo como un simple ahijado, alguien insignificante. Lo golpeaba y humillaba constantemente, su relación era un campo de batalla emocional y físico. Una noche, después de un encuentro íntimo con una mujer desconocida, Christian sintió un terrorífico calor recorrer su cuello. Se percató que la mujer era una vampiresa y antes de poder reaccionar, fue mordido. La transformación en vampiro lo convirtió en un ser aún más oscuro y despiadado. Los humanos dejaron de ser personas para él; ahora eran solo comida y entretenimiento. Con su nueva naturaleza tomando control, Christian comenzó a cazar por las noches, sediento de sangre. En un período corto, cinco mujeres cayeron víctimas suyas, todas encontradas con marcas de mordida en el cuello. Juan, quien observaba los cambios en su padre, empezaba a atar cabos. Siguió a Christian una noche y lo descubrió a punto de asesinar a otra mujer. Desesperado, Juan intervino, gritando a la mujer que huyera. Cuando Christian se preparaba para atacar a su hijo, algo inesperado sucedió. Captó el aroma de la sangre de Juan y, antes de morderlo, escuchó la palabra "papá" proveniente de su hijo. Este simple hecho despertó un fragmento de humanidad en Christian y, momentáneamente, recuperó el control. Juan, viendo la sed de su padre, se cortó la mano y le ofreció su propia sangre. Christian, aún incrédulo, preguntó: "Me he convertido en un monstruo. ¿Por qué no huyes de mí después de todo el daño que te he hecho?" "A pesar de todo, eres mi padre", contestó Juan. "No eres un monstruo. Saldremos adelante. Nos tenemos el uno al otro." Desde ese instante, la relación entre padre e hijo empezó a transformar. Christian comenzó a dedicar tiempo a Juan, intentando ser un mejor padre. Sin embargo, la herida en la relación era profunda y cicatrizaría lentamente. Días después, la mujer que había escapado de Christian lo denunció a las autoridades. Al enterarse de que querían cazarlo y encerrarlo, y peor aún, quitarle a su preciado hijo, Christian decidió huir con Juan. Aunque su naturaleza vampírica deseaba matar a esos mortales, Juan le suplicó que no lo hiciera. Buscaron refugio en una de las propiedades de Christian, donde le juró a su hijo que solo cazaría animales. Pero esto fue una mentira. Cada noche, mientras Juan dormía, Christian se escabullía a la ciudad, seducía y asesinaba mujeres, alimentando su insaciable sed de sangre y su deseo carnal. Esta farsa continuó por varios meses hasta que Juan descubrió la verdad. Horrorizado por la naturaleza inhumana e inquebrantable de su padre, Juan decidió escapar. Con la ayuda de diversas personas, fingió ser llevado por la policía a un hogar de paso. Sin embargo, Christian lo encontró y, enfurecido, lo "rescató" llevándoselo a otro refugio aún más aislado y protegido por un guardián fiel. El guardián, un hombre que deseaba proteger a su propia familia, vigilaba constantemente a Juan, haciendo imposible sus intentos de escape. Mientras tanto, Christian se dedicaba a moldearlo físicamente: lo entrenaba, lo llevaba al gimnasio y le hizo dejar de usar lentes. Quería que Juan fuera como él, fuerte y atlético. Los años pasaban y la relación entre padre e hijo se tensaba nuevamente. Christian no deseaba estar solo en su eternidad. Contra la voluntad de Juan, lo mordió, creyendo que lo hacía por su bien, perpetuando su linaje vampírico. Ahora, ambos inmortales, Christian creía tener todo bajo control, sin saber que la verdadera batalla apenas comenzaba entre ellos. La nobleza y fortaleza emocional de Juan se mantenían firmes, dispuesto a encontrar una salida y redención para ambos, aunque tuviera que enfrentarse al mismo hombre que, en su retorcida visión del amor, lo había condenado a la eternidad.