**El Hechizo de Aurelio Casillas: Amor y Maldición en el Templo Maya**

Aurelio Casillas siempre había sido un hombre temido y respetado en el mundo del narcotráfico. Su notoriedad no solo se debía a sus habilidades para evadir la ley y mantener su imperio sino también a su fama de mujeriego implacable. Para él, las mujeres no eran más que posesiones, títulos que añadir a su ya extensa lista de conquistas. No obstante, un día todo cambió debido a una maldición que jamás pudo prever. La historia comenzó cuando los hombres de Aurelio asaltaron un antiguo templo maya y saquearon sus riquezas incalculables. Sin saberlo, despertaron una maldición milenaria que, según la leyenda, desviaría el amor de su verdadero curso. Pronto, la maldición se manifestó en el propio Aurelio. Dentro del templo, retuvieron a un joven: Ernesto, un estudiante de arquitectura que estaba investigando las estructuras mayas. Ernesto era todo lo opuesto a los tipos de personas con las que Aurelio solía estar rodeado: era débil, tímido y de apariencia ordinaria. Pero algo extraño ocurrió cuando Aurelio posó sus ojos en él. De repente, el temido narcotraficante se sintió presa de un amor obsesivo hacia el joven. Aurelio ordenó que investigaran todo sobre Ernesto y prometió que lo haría suyo. Se acercó al joven estudiante, usando su carisma para seducirlo y le propuso que fuera su novio. —Nunca me fijaría en un mujeriego. El tener muchas mujeres no te hace un verdadero hombre —le respondió Ernesto con valentía. El rechazo enfureció a Aurelio, pero al mismo tiempo, la maldición lo mantenía atado al joven. En un arrebato de cólera y obsesión, dijo: —¡Si fueras otra persona, te mataría! Pero tú me has vuelto loco, y te digo, serás mi novio y solamente mío. Incapaz de convencerlo, una noche Aurelio decidió usar medios más sutiles. Se acercó a Ernesto y le dijo que lo dejaría en paz, proponiéndole beber algo juntos por la paz. Ernesto, sin sospechar nada, aceptó. La bebida estaba mezclada con un potente afrodisíaco, y el joven cayó bajo sus efectos. El control de Aurelio sobre Ernesto fue inmediato y abrumador. Días después, el estudiante se sorprendió al encontrar un acta de matrimonio, casado civilmente con el narcotraficante. Pensando en el peligro que corrían su familia y seres queridos si intentaba huir, decidió quedarse con Aurelio. Ernesto le puso una condición: —Si de verdad me amas, debes terminar con tus aventuras extramaritales y estar solo conmigo. Aurelio, influenciado por la maldición, accedió a las peticiones de su "reina". Con una combinación de amenazas y dinero, terminó sus relaciones con otras mujeres. Con el tiempo, Aurelio se volvió más posesivo y celoso. Contrató a compañeros de Ernesto para que lo vigilasen constantemente. Por un lado, Ernesto tenía miedo del narco, pero por otro, se sentía dichoso en las noches de pasión. Ahora entendía por qué tantas mujeres se morían por Aurelio. Cada vez que estaban a solas, Aurelio ordenaba que no los molestaran y advertía que quien osara interrumpir recibiría un balazo en la frente. El tiempo pasó, y aunque Ernesto aún temía a Aurelio, algo inexplicable lo ligaba a él. Ambos sabían que sus destinos habían sido sellados por algo más grande e incierto, una maldición que los unía en un amor tan obsesivo como destructivo.