**El eco del silencio: La historia del amor no correspondido**

Había una vez un joven de 16 años llamado David, cuyos ojos reflejaban la bondad de su corazón. Inteligente, amable y reservado, David era un estereotipo de lo que muchos llamarían un nerd. Sin embargo, bajo esa fachada estudiosa se ocultaba un alma afligida, forjada no solo por los crueles juegos de la preparatoria, sino por la constante tortura emocional infligida por su propio padre, Alejandro. Alejandro, de 32 años, era un hombre envanecido por su belleza y por la fama que había conseguido como actor y modelo. Antes, en los primeros años de su carrera, Alejandro había sido un padre dedicado. Cuando la madre de David los abandonó, él juró cuidarlo y darle amor, un amor que parecía inquebrantable en ese entonces. Determinado a brindar lo mejor a su hijo, luchó contra viento y marea para alcanzar el éxito. Pero con él, llegaron la vanidad, la lujuria, y una reinvención nefasta de su identidad. Alejandro, ahora absorbido por su propio reflejo, comenzó a ver a David no como su querido hijo, sino como un estorbo frágil que no encajaba en su nuevo estilo de vida. La vida de David en la preparatoria era una extensión del infierno que llamaba hogar. Su salud delicada y su naturaleza tranquila lo volvieron un blanco fácil para sus compañeros. Cada día era una lucha silenciosa contra la crueldad, tanto dentro como fuera de su casa. Una fría noche de otoño, David tomó una decisión. A punto de quebrarse, empaquetó sus pocas pertenencias y se acercó al enorme vestíbulo de la mansión. Quería vivir sus últimos días en paz, lejos del desprecio de su padre. Pero no esperaba que su adiós desencadenara una cadena de eventos que alterarían sus vidas para siempre. Alejandro, al verlo partir, escupió palabras hirientes: "Al fin me deshice de ti. Eres un estorbo, desearía que nunca hubieras nacido". Esas últimas palabras golpearon a David con la fuerza de mil cuchillos, pero su amor por su padre se mantuvo firme, incluso frente a tanto desprecio. Mientras David se alejaba, un vehículo oscuro se detuvo abruptamente frente a la mansión. Hombres armados, contratados por una examante despechada de Alejandro, surgieron del auto y se precipitaron hacia el actor. El plomo silbó en el aire. En un instante de valor indescriptible, David corrió hacia su padre, poniéndose delante de la bala. El dolor lo derribó, llevando consigo el último aliento de su joven vida. Luchando por mantener sus ojos abiertos, David susurró: "Adiós, padre. A pesar de todo, te amo y te perdono". Alejandro, inundado de remordimiento, se arrodilló junto a su hijo. Con lágrimas ardientes, le suplicó a David que resistiera, que no lo dejara. Pero era demasiado tarde. Tres días después, el funeral se llevó a cabo en la misma mansión que había albergado tanto dolor. Alejandro, destruido por la culpa, dejó que las lágrimas corrieran libremente durante la ceremonia, y David fue sepultado bajo el apellido que alguna vez recibió orgullosamente de su padre. La muerte de David fue un golpe que Alejandro nunca pudo superar. La culpa lo carcomió, arrastrándolo a un abismo del que no había retorno. Su mente, ya frágil por años de excesos, se rompió completamente. En su delirante estado, Alejandro llegó a convencerte de que su hijo seguía vivo, que compartían momentos juntos como en los buenos tiempos. Ese delirio lo hizo peligroso. Sus sirvientes y amantes pronto descubrieron que mencionar la muerte de David desencadenaba su ira. La primera víctima fue una criada, quien sugirió que Alejandro necesitaba ser internado. En un ataque de furia ciega, el actor la apuñaló, convencido de que defendía la presencia de su hijo. Una joven amante compartió un destino similar al mencionar la muerte de David en un momento íntimo. Apesadumbrado y perdido en su psicosis, Alejandro la estranguló mientras repetía: "Mi hijo no está muerto, está en su habitación." Finalmente, incapaz de ser contenido, Alejandro fue internado en un manicomio. Allí, en la fría oscuridad de su celda, vivió en un constante estado de ensueño, donde David estaba siempre a su lado, un joven de buen corazón que, a pesar de todo, nunca dejó de amar a su padre.