El Amor Inesperado de Aurelio Casillas

Era un día caluroso y húmedo en el corazón de la jungla maya cuando Aurelio Casillas, el temido "Señor de los Cielos", lideró a sus hombres en un saqueo de riquezas en un antiguo templo olvidado por el tiempo. Sin embargo, lo que Aurelio no sabía era que el templo estaba protegido por una vieja maldición, una que prevería su crueldad con unas líneas enigmáticas grabadas en piedra que sus hombres ignoraron. Entre los objetos dorados y las reliquias antiguas que se llevaban, la maldición despertó su furia ancestral. No muy lejos, un joven arqueólogo nerd llamado Samuel García estaba inmerso en su trabajo. Delgado y de aspecto frágil, Samuel carecía de la musculatura y la presencia imponente de Aurelio. Estaba empeñado en estudiar la arquitectura del lugar y en desentrañar los misterios que encerraba el templo. La maldición, guiada por el espíritu vengativo de los antiguos, hizo lo impensable: cambió el corazón de piedra de Aurelio. De repente, sintió una atracción insondable y obsesiva por Samuel. La idea de amar a alguien tan diferente a él, tan inocente y puro, lo enloquecía, pero no de la manera habitual. Fue amor a primera vista, un amor que se convirtió en una obsesión. "Quiero saber todo sobre ese muchacho", ordenó Aurelio a sus hombres. "Va a ser mío, cueste lo que cueste." Aurelio comenzó a acercarse a Samuel lentamente, intentando seducirlo con su carisma. "¿Sabes quién soy?", le preguntó un día mientras ambos se encontraban casualmente en el sitio arqueológico. Samuel levantó la vista, sorprendido. "Sé quién eres, y no me impresiona. No me fijo en mujeriegos que se creen grandes hombres solo por tener muchas mujeres." Las palabras de Samuel atravesaron el orgullo de Aurelio como una lanza. El narco sintió una mezcla de ira y fascinación. Nadie le había hablado así antes. Quería matarlo por su insolencia, pero la maldición lo contenía. "Si fueras otra persona, te mataría ahora mismo", gruñó Aurelio, acercándose peligrosamente a Samuel. "Pero tú... tú me has vuelto loco. Serás mi novio y solamente mío." Aurelio hizo todo lo que estuvo a su alcance para ganarse el afecto de Samuel: le enviaba costosos regalos, le dedicaba tiempo y atenciones que jamás le había dado a ninguna otra persona. Pero nada parecía funcionar. Samuel seguía rechazándolo. Una noche, desesperado por conquistar al joven arqueólogo, Aurelio se acercó a él con una oferta de paz. "Te dejaré tranquilo, no acostumbro perder, pero podríamos beber algo por la paz." Samuel, sintiendo un atisbo de esperanza y buscando alguna resolución a su incómoda situación, aceptó la invitación. Lo que no sabía era que Aurelio había añadido un potente afrodisíaco a la bebida. El elixir hizo efecto, y Samuel no pudo resistir la atracción que nunca antes había sentido por Aurelio. En un acto ofuscado por el deseo, Samuel aceptó casarse civilmente con él. Mucho tiempo después, compartieron una noche en la lujosa mansión del narco. Cuando terminó la pasión, Aurelio, en un tono posesivo, le susurró al oído: "Eres mío. Mataré a cualquiera que se atreva a tocarte." Al despertar al día siguiente, Samuel se encontró con el acta de matrimonio y vio a Aurelio mirándolo con una mezcla de posesión y amor. Samuel pensó en su familia y en lo que les podría suceder si intentara escapar del narcotraficante. Decidió quedarse. "Si de verdad me amas," le dijo Samuel, su voz temblando pero firme, "debes terminar con tus aventuras extramaritales. Solo estarás conmigo." La petición resonó en el corazón maldito de Aurelio. Con una determinación poco común en él, terminó con todas sus amantes. Utilizó su poder y dinero para cortar todos los lazos con esas mujeres, asegurándose de que Samuel fuera su única reina. El amor forzado de Aurelio por Samuel se convirtió en una prisión dorada, pero en ella, ambos encontraron una retorcida forma de paz y, quizás, lo que más cerca estuvo Aurelio de encontrar redención.