**Eco de Silencio: La Trágica Balada de un Corazón Roto**

Había una vez un joven de 16 años llamado Alejandro, un muchacho de buen corazón, apasionado por los libros y los estudios, pero con una salud delicada y un físico delgado que lo hacía blanco fácil para las crueldades de los demás. Vivía en una gran mansión junto a su padre, Hugo, un apuesto actor y modelo de 32 años que, aunque antaño lo había amado y cuidado, ahora lo trataba como un simple criado. Hugo había sido seducido por la fama, la vanidad y la lujuria, transformándose en un narcisista que no toleraba la presencia de su hijo, a quien consideraba un estorbo y una vergüenza. El odio de Hugo hacia Alejandro creció con los años, olvidando cómo solía mirarlo con amor y determinación para brindar todo lo necesario. La vida de Alejandro se convirtió en un calvario tanto en la escuela como en su hogar. En la preparatoria, sufría constante bullying que su salud deteriorada dificultaba aún más. A pesar de todo, Alejandro guardaba en su corazón la esperanza de algún día ser apreciado por su padre. Una noche, mientras recogía los restos de una fiesta extravagante organizada por Hugo, Alejandro tomó una decisión crucial. Para vivir sus últimos días en paz, decidió abandonar la casa, alejarse de la fuente de su miseria. Al verlo irse, Hugo le dijo con frialdad: “Al fin me deshice de ti, eres un estorbo. Desearía que nunca hubieras nacido.” Justo en ese momento, la venganza se materializó en forma de hombres armados, contratados por una examante de Hugo que ansiaba justicia por el trato despiadado que recibió. En el tenso enfrentamiento, una bala se dirigió directamente al corazón de Hugo. Sin pensarlo dos veces, Alejandro se interpuso en la trayectoria, recibiendo el impacto. Cayó al suelo, mientras susurraba con su último aliento: “Adiós, padre. A pesar de todo, te amo y te perdono.” Hugo, invadido por el pánico y el remordimiento, sostuvo a su hijo en brazos, suplicando entre lágrimas que resistiera. Pero Alejandro no resistió, su viaje había terminado. El dolor y la culpa se apoderaron de Hugo como nunca antes, y cuando tres días después se llevó a cabo el funeral, se le veía completamente destruido. Alejandro fue sepultado con el apellido de su padre en el mausoleo de la mansión. El remordimiento se convirtió en locura para Hugo, quien se negó a aceptar la muerte de su hijo. En su mente perturbada, Alejandro seguía vivo y juntos disfrutaban de tiempo juntos en la mansión. Cualquier intento de los criados por confrontarlo con la realidad se encontraba con una furia peligrosa. Cuando una de las criadas sugirió que Hugo debía ser llevado a un manicomio, él reaccionó violentamente, acabando con su vida. Incluso una amante encontró su fin cuando, en un momento de intimidad, mencionó la muerte de Alejandro. Hugo la ahorcó con horrorosa determinación, repitiendo: “Mi hijo no está muerto, él está en su habitación.” Finalmente, la mente de Hugo colapsó por completo y fue internado en un manicomio, donde se sumió en un mundo de fantasía, alejándose para siempre de la realidad. Alejandro, el joven de buen corazón que había perdonado, había dejado una huella imborrable de amor y compasión, aunque su padre nunca pudiera escapar de la culpa que lo devoraba por dentro.