Echoes of Solitude: The Last Note of a Broken Heart

En un pequeño suburbio de una bulliciosa ciudad, vivía Daniel, un joven nerd de 14 años cuya vida estaba marcada por la soledad y la indiferencia de su entorno. Su padre, Alejandro, era un famoso actor y modelo de 30 años, conocido por su atractivo y carisma, pero completamente indiferente a la existencia de su hijo. Alejandro siempre había visto a Daniel como insignificante y débil, una mancha en su reputación impecable. En la preparatoria, Daniel era el blanco favorito de los abusadores. Los constantes insultos y la violencia habían dejado cicatrices en su alma. Su única escapatoria eran sus libros y videojuegos, donde era un héroe, en lugar del paria que sufría diariamente. Un día, el chico más popular de la escuela, Tomás, decidió hacer una cruel apuesta con sus amigos. "Les apuesto que puedo hacer que Daniel se enamore de mí y luego humillarlo públicamente", dijo con una sonrisa maliciosa. Aquella semana, Tomás comenzó su plan, trató a Daniel con una amabilidad desconocida para él, le ofreció su amistad y le hizo creer que alguien lo veía y lo valoraba. Daniel, ansioso por cualquier muestra de afecto, no tardó en caer en la trampa. Un mes después, Tomás reunió a la multitud en la cafetería de la escuela. Frente a todos, reveló la verdad de la apuesta, ridiculizando a Daniel sin piedad. La risa y las burlas resonaron en los oídos de Daniel, quien sintió que su mundo se desmoronaba. Humillado y devastado, corrió a casa y tomó una decisión desesperada. En su oscura habitación, escribió una carta con manos temblorosas y, sin más esperanza, ingirió un frasco de veneno. Daniel fue encontrado inconsciente por su madre, quien aterrorizada lo llevó al hospital de inmediato. Mientras su hijo luchaba por su vida, su madre trató de contactar a Alejandro, quien estaba en una lujosa fiesta con su amante. Cuando la noticia llegó a sus oídos, Alejandro, molesto por la interrupción, simplemente respondió: "No me interesa lo que él hizo". Con esa indiferencia, siguió disfrutando de la compañía de su amante. Horas más tarde, Daniel sucumbió al veneno. Su pequeño corazón no pudo soportar la carga del dolor y la traición. Su madre, devastada, llamó de nuevo a Alejandro, rogándole que fuera al hospital. Cuando finalmente llegó, fue conducido a la habitación donde yacía el cuerpo sin vida de su hijo. Al ver a Daniel, la realidad lo golpeó como una tonelada de ladrillos. La culpa y el arrepentimiento surgieron de lo más profundo de su ser, y por primera vez, lloró por su hijo. El entierro fue un triste evento para la madre y uno cargado de inmensa culpa para Alejandro. Las palabras de la carta de despedida de Daniel resonaban en su mente, palabras de amor desesperado por un padre que nunca lo valoró. Alejandro se enteró de la cruel apuesta de Tomás y de cómo esa fue la gota que derramó el vaso. Sumido en el dolor y la locura, Alejandro tomó una pistola y una foto de Daniel. Mirando la imagen, juró: "Mataré al culpable de tu muerte, hijo, y me vengaré de todos tus bullies". Consumido por la culpa y el deseo de venganza, Alejandro se dejó arrastrar por la locura, buscando justicia para el hijo que nunca valoró en vida.