Echoes of Guilt: A Father's Tragic Story

Había una vez un hombre de 35 años llamado Alejandro. Alejandro era un multimillonario atractivo, musculoso y ególatra. Desde los 21 años, cuando perdió a su esposa en el parto de su único hijo, había dedicado su vida a hacer negocios y a acumular amantes. Alejandro era cruel, arrogante y el mayor bully de su propio hijo. Su hijo, Lucas, de 14 años, era todo lo contrario a su padre. Era un joven débil, un nerd según Alejandro, y para él, todo un perdedor. Lucas sufría en silencio, pues además de los constantes maltratos de su padre, padecía una enfermedad terminal desconocida por su padre. La vida en casa era un verdadero infierno para Lucas. Un día, Lucas decidió que ya no podía soportar más su realidad y decidió enfrentarse a su padre. La discusión fue tan intensa que desencadenó una crisis en Lucas, una tan fuerte que perdió el conocimiento. Por primera vez en su vida, Alejandro sintió algo parecido a la culpa y el remordimiento. Sin pensar mucho, llevó a su hijo al hospital. Allí se enteró de la enfermedad terminal que padecía Lucas. La noticia le cayó como una bomba y, abrumado por la culpa, pidió perdón a su hijo. Lucas, quien no era rencoroso, lo perdonó sin dudar. Desde ese día, la relación entre padre e hijo comenzó a cambiar. Pasaron tres semanas y Alejandro intentaba recuperar el tiempo perdido, mostrando por primera vez un verdadero interés y cariño hacia su hijo. Un día de campo, mientras disfrutaban del aire libre, Lucas sufrió una crisis aún más fuerte que las anteriores. Esta vez, no resistió y murió allí, en los brazos de su padre. Alejandro, desesperado, gritaba: "No, hijo, por favor, no te vayas. Perdóname." Pero Lucas ya había partido. La muerte de Lucas sumió a Alejandro en una espiral de locura. Incapaz de aceptar la realidad, comenzó a imaginar que su hijo seguía vivo. En su oficina, tenía un muñeco al que le hablaba y con el que fingía pasar tiempo de calidad, como si nada hubiera cambiado. Decía: "Deja que termine esto del trabajo y nos vamos a pasar tiempo, padre e hijo." Sus empleados vivían atemorizados, pues Alejandro se tornaba peligroso y violento si alguien se atrevía a insinuar que su hijo estaba muerto. Nadie osaba contradecirlo, y la empresa, antes próspera, se vio envuelta en un aura de temor y decadencia. La culpa y el remordimiento habían consumido a un hombre que, por primera vez en su vida, comprendió el verdadero peso de sus errores, aunque fuera ya demasiado tarde para enmendarlos con su hijo.