Echoes of Blood: The Dark Resurrection of a Forgotten Son

En lo profundo de un vasto y sombrío castillo, vivía un mago llamado Alaric. Este hombre de 35 años, de apariencia irresistible y musculatura cincelada, era bien conocido tanto por su extraordinario talento en la magia como por su egolatría y narcisismo. Alaric provenía de una antigua y respetada línea de sangre mágica pura, una herencia que valoraba más que cualquier otra cosa. A los 20 años, Alaric engendró un hijo, Lucien. Pero para su horror, descubrió que Lucien era un squib, un niño sin magia. La sola idea de que su apellido quedara manchado con la falta de habilidades mágicas era intolerable para Alaric. Así que, sin una pizca de remordimiento, entregó a su hijo de dos años a un orfanato muggle, eliminándolo de su vida. Quince años pasaron y Alaric siguió con su vida sin mirar atrás, confiado y arrogante. Sin embargo, un día recibió una carta urgente del orfanato, solicitando su presencia inmediata. Intrigado y un poco molesto, se dirigió al orfanato, donde el destino le tenía preparada una sorpresa. Al entrar, sus ojos se encontraron con la imagen más dolorosa que jamás había visto: su hijo Lucien, ahora convulsionando y agonizando en una camilla. Alaric sintió un torbellino de emociones, su arrogancia se desplomó en un instante. Se arrodilló junto a su hijo, sus manos temblando. "Resiste, te sacaré de aquí y buscaré a los mejores médicos para que no mueras. Por favor, resiste, perdóname por abandonarte", suplicó, con lágrimas rodando por su rostro. Pero era demasiado tarde; Lucien exhaló su último aliento. Desesperado y negando la realidad de la pérdida, Alaric llevó el cuerpo de su hijo a su imponente mansión. En una habitación oculta, aplicó un hechizo de preservación del cuerpo, murmurando con determinación: "No te preocupes, hijo. Te levantarás y vivirás. No me importa lo que tenga que hacer". Esa misma noche, el fantasma de Lucien se apareció frente a él, radiando una luz tenue y triste. "Déjame descansar, padre. Ya estoy muerto. Hiciste mucho daño. No perturbe más mi sueño; lo que estás intentando va en contra de la naturaleza". Pero Alaric, consumido por la culpa y la obsesión, respondí con calma pero firmeza, "Al fin tengo mi último ingrediente para que vivas. Perdona por esto, hijo". Usando una botella encantada, capturó y encerró el espíritu de Lucien. Con una mente retorcida y determinada, Alaric planeó lo impensable. "Para que vivas, debo sacrificar una vida y ofrecerla en tu lugar", murmuró mientras bajaba al oscuro sótano donde tenía encerrada a su víctima, una joven mujer que había seducido con su carisma y luego capturado. Horas después, realizó el sacrificio humano en un ritual poco ortodoxo y aterrador. Contra todas las leyes de la naturaleza y la magia, Lucien fue revivido. No obstante, el Alaric sabiendo que el resentimiento podría resurgir, alteró los recuerdos de su hijo, asegurándose de que no lo rechazaría nuevamente. Así, Lucien volvió a la vida sin la memoria de su pasado, mientras Alaric sonreía, satisfecho de haber desafiado la naturaleza y la muerte misma. Sin embargo, el eco del sufrimiento y las malas decisiones seguiría resonando, una cicatriz invisibile en su mente y una sombra imborrable en su alma, recordándole que no importa cuánto intentes, algunos errores nunca pueden ser completamente corregidos.