Echoes of Blood and Redemption

En la vieja y gótica ciudad de Vargovia, un vampiro imponente y narcisista llamado Vladislav vagaba por la noche, exhibiendo su atractivo y musculoso físico. A pesar de parecer de 30 años en su forma humana, Vladislav tenía en realidad 150 años. A lo largo de su prolongada vida, Vladislav siempre había despreciado a su único hijo, Erik, de 15 años. Erik no heredó la fuerza física ni la belleza de su padre; era un joven débil, insignificante y un nerd en el sentido más clásico, lo cual le causaba desdén a Vladislav. Un fatídico día, el destino tomó un giro drástico cuando Erik sufrió un grave accidente de tránsito que lo dejó en coma. Los médicos, viendo su situación desesperada, sugirieron desconectarlo de las máquinas que lo mantenían. Sorprendentemente, Vladislav, por primera vez en su vida, se resistió a esta idea. Un torrente de arrepentimiento y culpa lo invadía, y no iba a dejar que su hijo muriera así. Aprovechando la oscuridad de la noche, Vladislav se infiltró en el hospital, llevando consigo a su hijo inconsciente hasta su lujosa mansión volando por los cielos. Deposíto cuidadosamente el cuerpo de Erik en una mesa de piedra en el sótano de la mansión y, con una voz quebrada que apenas reconocía como suya, susurró: "No dejaré que mueras. Papá nunca lo permitirá." Acto seguido, sus afilados colmillos emergieron y mordieron el cuello de Erik. Pocos segundos después, los ojos de Erik se abrieron, llenos de incertidumbre y nuevo vigor. Vladislav le dio a beber sangre de una bolsa que había robado del banco de sangre para asegurar su transformación. Pasaron meses. Vladislav, cambiando notablemente su actitud, intentó acercarse a Erik de maneras que nunca antes lo había hecho. El joven, a pesar de notar estos cambios positivos, sabía que algo que había venido fraguándose durante años no desaparecía de la noche a la mañana. Sin embargo, las autoridades, notificadas del historial de maltrato infantil que Erik había sufrido, decidieron intervenir. Determinaron que no era seguro para Erik permanecer en ese hogar. Vladislav, informado por algunos policías corruptos a los que había comprado que se avecinaba una intervención más severa, estalló en ira. "Primero muerto que permitir que me quiten a mi hijo. Él es mío y solamente mío," gritó con furia. Con la determinación ardiente de no perder a Erik, Vladislav preparó una huida desesperada. Adoptaron nuevas identidades y, con su inmensa fortuna, lograron salir del país antes de que las autoridades pudieran llevar a cabo sus planes. En su desesperación y venganza, Vladislav no dudó en eliminar a los policías que lo habían traicionado, sellando su destino como un ser dispuesto a todo por mantener a su hijo a su lado. Y así, en tierras lejanas, padre e hijo vivieron una existencia oculta, siempre al margen de la ley, pero juntos. Erik, ahora también un vampiro, comenzó a entender la naturaleza compleja de su padre: un ser imponente y letal, pero, en el fondo, alguien que había aprendido demasiado tarde el valor del amor y la redención.