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Question: Escriba una historia en la que un hombre atractivo,musculoso,egolatra, narcisista y multimillonario de 35 años, al morir su esposa a dar a luz a su unico hijo cuando el tenia 21 años,este hombre en vez de atender a su hijo paso su tiempo haciendo negocios y teniendo muchas amantes, fuera de eso este hombre era cruel,arrogante y bully de su propio hijo por ser su hijo debil,un nerd y un perdedor a sus ojos. Este hombre desconocia que su hijo de 14 años padecia de una enfermedad terminal y le quedaba poco tiempo de vida. Un dia el joven quiso dejar ese infierno en donde vivia, al hacerlo se enfrento a su padre en una fuerte discusion, esa discusion genero que al joven le diera una crisis,esa crisis fue tan fuerte que el joven perdio el conocimiento, por primera vez este hombre a ver a si a su hijo, sintio culpa y remordimiento y lo llevo al hospital, en el hospital se entero de la enfermedad terminal del joven , al enterarse la culpa y el remordimiento lo dominaron.Este hombre le pidio perdon a su hijo, el joven como no era rencoroso lo perdono, pasaron 3 semanas despues y mientras los dos estaban en un dia de campo, el joven tuvo una fuerte crisis y murio, el hombre al ver a su hijo muerto grito no, no hijo por favor no te vayas perdoname, pero el joven ya estaba muerto, al perder a su hijo este hombre se ahogo en la locura,imaginaba que su hijo estaba vivo,su locura era tal que en su oficina tenia un muñeco al que le hablaba y le decia deja termino esto del trabajo y nos vamos a pasar tiempo padre e hijo,todos sus empleados le tenian miedo porque si decian que el estaba loco y que su hijo murio se ponia peligroso y violento.
Había una vez un hombre llamado Alejandro, de 35 años, que era la definición misma del éxito según la sociedad. Atractivo, musculoso, y poseedor de una cuenta bancaria que hacían de él un multimillonario, Alejandro vivía en la cima del mundo. Sin embargo, detrás de esa fachada de perfección y arrogancia se escondía una vida marcada por el dolor y la negligencia. A los 21 años, Alejandro había perdido a su esposa durante el parto de su único hijo, Martín. En lugar de volcar su amor y atención al recién nacido, Alejandro se sumergió en el mundo de los negocios, buscando consuelo en el éxito material y una interminable serie de amantes. La figura frágil y débil de Martín era un recordatorio constante del amor que había perdido, y para Alejandro, esto era algo que no podía perdonar. Vio en su hijo a un nerd, a un perdedor, alguien indeseado e indigno de su atención. Martín creció bajo la sombra de un padre cruel y arrogante. Un hombre que se deleitaba en menospreciarlo, en burlarse de su debilidad. Alejandro no sabía, ni le importaba saber, que su hijo de 14 años padecía una enfermedad terminal. La vida de Martín era un infierno; sin amor, sin apoyo y con una angustia que crecía cada día. Un día, la presión y el dolor fueron demasiado para Martín, y decidió que ya no podía soportarlo más. Enfrentó a su padre en una fuerte discusión, revelando con lágrimas en los ojos toda la miseria y soledad que sentía. Alejandro, lejos de entender o consolar, reaccionó con la misma frialdad y desprecio que había mostrado siempre. Pero de pronto, Martín sufrió una crisis, su cuerpo debilitado colapsó, y perdió el conocimiento. Por primera vez, al ver a su hijo en el suelo, indefenso, algo en Alejandro se quebró. Sintió culpa, remordimiento, sensaciones hasta entonces desconocidas para él. Con desesperación, llevó a su hijo al hospital, y allí descubrió que Martín sufría de una enfermedad terminal. Le quedaba poco tiempo de vida. La realidad golpeó a Alejandro con la fuerza de un tren en marcha. Él, que siempre se había creído intocable, sintió el verdadero peso de su arrogancia y crueldad. Arrodillado junto a la cama de hospital de su hijo, con lágrimas sinceras por primera vez en su vida, pidió perdón. Martín, con su naturaleza bondadosa y sin rencor, lo perdonó. Pasaron juntos tres semanas intentando recuperar el tiempo perdido. Alejandro intentó, por primera vez, ser el padre amoroso y presente que nunca había sido. Un día, mientras disfrutaban de un día de campo, Martín tuvo una fuerte crisis y murió en los brazos de su padre. Alejandro, con el corazón roto y lleno de culpa, gritó en vano, rogando a su hijo que no se fuera, que lo perdonara una vez más. Pero la vida de Martín se había apagado. La pérdida transformó a Alejandro en un hombre consumido por la locura. Se aferró a la ilusión de que su hijo aún estaba vivo, imaginando conversaciones y momentos compartidos. En su oficina, colocó un muñeco al que hablaba como si fuera Martín, diciéndole cada día, “Deja que termine esto del trabajo y nos vamos a pasar tiempo padre e hijo”. Sus empleados estaban aterrados; cualquiera que intentara confrontar a Alejandro con la realidad de la muerte de su hijo era recibido con una violencia peligrosa. El multimillonario que había creído tenerlo todo, terminó perdiéndolo todo en su propia mente rota y desesperada, un prisionero de su culpa y remordimiento eterno.
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