Echoes of a Broken Heart-4

En una ciudad bulliciosa, vivía un hombre llamado Alejandro, de 30 años, cuya apariencia era tan impresionante como su ego era descomunal. Musculoso, atractivo y extremadamente narcisista, Alejandro despreciaba a todos aquellos que consideraba inferiores, incluyendo a su propio hijo, Sebastián, de 15 años. Sebastián era todo lo contrario a su padre: delgado, tímido, estudioso y conocido por su interés en la ciencia y los libros. Para Alejandro, su hijo era un reflejo de debilidad y fracaso. Desde pequeño, Sebastián había soportado los constantes desprecios y abusos emocionales de su padre. Alejandro nunca ocultó su desaprobación hacia él, hiriendo su autoestima con cada comentario denigrante. Sin embargo, la vida tiene formas insospechadas de equilibrar las balanzas, y ese momento no tardó en llegar. Ocurrió una tarde lluviosa. Sebastián cruzaba la calle cuando un auto fuera de control lo atropelló. Las heridas fueron severas y el joven quedó en coma. Cuando los médicos sugirieron desconectarlo debido a la escasa esperanza de recuperación, una transformación inesperada ocurrió en Alejandro. Por primera vez en su vida, el sentimiento de arrepentimiento y culpa lo invadió profundamente. No podía siquiera concebir la idea de perder a su hijo, y decidió utilizar todos sus recursos para darle una oportunidad de vivir. Alejandro contrató a la mejor enfermera y equipó su hogar con todos los dispositivos médicos necesarios para cuidar a Sebastián. Día tras día, pasaba largas horas al lado de la cama de su hijo, hablándole y rogando por una segunda oportunidad. Meses pasaron, y milagrosamente, Sebastián despertó. Al abrir los ojos, encontró a un padre visiblemente cambiado, lleno de remordimiento y rigidez emocional ablandada por el sufrimiento. Sin embargo, el sistema judicial no olvidó el pasado de Alejandro. Pronto, las autoridades se enteraron del maltrato infantil que Sebastián había soportado. No fue una sorpresa cuando decidieron intervenir, considerando que el joven no podía seguir viviendo en un hogar tan tóxico. Alejandro enfrentaba ahora una situación desesperada: perder a Sebastián para siempre. Incapaz de enfrentar esa realidad, Alejandro juró que prefería morir antes de permitir que separaran a su hijo de él. Conocía bien el mundo de la corrupción, teniendo lazos con varios policías. Sobornó a algunos para obtener información sobre los planes de las autoridades. Sin embargo, cuando descubrió que estos policías lo habían traicionado, su furia no conoció límites. Sin titubear, los eliminó uno a uno. Decidido a no perder a Sebastián, Alejandro ideó un plan audaz. Con una nueva identidad y su vasta fortuna, preparó una huida del país. En una noche oscura, llevó consigo a Sebastián, quien aún intentaba comprender los profundos cambios en su vida y en su padre. Mientras cruzaban la frontera, Alejandro le susurró: “Eres mío, y nunca permitiré que nos separen”. El viaje hacia un nuevo comienzo estaba lleno de incertidumbres y peligros. Alejandro, siempre al borde de la violencia, no dudaría en eliminar cualquier amenaza que se interpusiera entre él y su hijo. La vida le había cobrado caro el daño infligido, pero también le ofrecía una segunda oportunidad para redimirse, aunque a un costo terriblemente alto. En un país extranjero, lejos de su antigua vida, Alejandro y Sebastián trataban de construir un nuevo vínculo, uno basado en el arrepentimiento y el deseo de protección, aunque todavía teñido por la sombra del pasado.