Dolor y Venganza: Tragedia en una Mansión de Lujos

En una lujosa mansión de las colinas de Hollywood, vivía Raúl, un actor y modelo de 32 años famoso por su atractivo físico y su porte musculoso. Su rostro aparecía en revistas y pantallas alrededor del mundo, alabado por su belleza y talento. Sin embargo, detrás de su impecable apariencia se encontraba un hombre ególatra y narcisista, obsesionado con su imagen y éxito. Raúl tenía un secreto, uno que mantenía celosamente oculto: su hijo de 16 años, Samuel. Samuel era todo lo contrario a su padre. Delicado, introvertido y brillante, destacaba en sus estudios, aunque su apariencia física no replicaba la perfección con la que Raúl estaba obsesionado. Raúl despreciaba a Samuel, considerándolo una mancha en su vida perfecta. "No tengo hijos," solía decir, refiriéndose a Samuel como un criado huérfano dejado en la mansión. Maltratos verbales y físicos eran pan de cada día para el joven, su mundo era un infierno tanto en casa como en la prestigiosa preparatoria de niños ricos que Raúl le obligaba a asistir. Allí también, Samuel era víctima de bullying por parte de los chicos más populares, que se burlaban de su físico y su intelecto. Una tarde, después de un duro día en la escuela, Samuel recibió las palabras más hirientes de parte de su padre: "Desearía que nunca hubieras existido. Eres un estorbo en mi vida perfecta." Aquellas palabras rompieron el ya frágil corazón del joven. Corrió a su pequeña habitación de servicio, un pequeño cuarto relegado en la mansión, y la desesperación se apoderó de él. No pudiendo soportar más el abuso y la soledad, Samuel tomó una cuerda y se ahorcó. A la mañana siguiente, Raúl, ignorante de la tragedia, reclamaba a gritos que Samuel no había preparado su desayuno. Molesto, fue a buscarlo a su habitación, solo para encontrar la terrible escena que cambiaría su vida para siempre. Lleno de desconcierto y culpa, Raúl cayó de rodillas, desatando el cuerpo de su hijo y llorando desconsoladamente. "Perdóname, hijo, por mi culpa moriste. Soy un monstruo," gemía entre sollozos. El velorio de Samuel se realizó en la mansión, y el joven fue enterrado en los terrenos donde había sufrido tanto. Raúl, atormentado por el remordimiento, se entregó al alcohol, ahogando su dolor en cada botella. En uno de esos momentos de embriaguez, encontró el diario de Samuel. Al leer las palabras de su hijo, el sufrimiento que había soportado a causa de él y de los chicos populares de la preparatoria, un odio ciego se apoderó de Raúl. "Mi hijo sufrió por culpa de ellos. Ellos pagarán tu muerte, hijo. Los mataré y luego me mataré yo mismo para reunirme contigo," juró en voz alta, decidido a cumplir su oscura promesa. En los días siguientes, Raúl llevó a cabo su venganza con meticulosidad y crueldad. Rastreados uno por uno, torturó a los siete chicos populares antes de matarlos. Su último acto de venganza completado, regresó a la mansión y, lleno de una amarga satisfacción, se preparó para unirse a su hijo en la muerte. Antes de colocar la soga alrededor de su cuello, susurró, "Ahora sí podremos estar juntos, hijo. Ya te vengué." Con una última mirada de tristeza, Raúl se ahorcó, dando fin a una trágica historia de ego, narcisismo y venganza, donde el amor y el arrepentimiento llegaron demasiado tarde.