Destino de Aurelio Casillas: Amor y Maldición

Era un día caluroso en la densa jungla del Yucatán, Aurelio Casillas, el temido narcotraficante conocido como "El Señor de los Cielos", había logrado saquear las riquezas de un antiguo templo maya, sin saber que al hacerlo había invocado una maldición. Mientras él y sus hombres celebraban su éxito, un nuevo prisionero fue capturado: Emilio, un joven nerd dedicado a estudiar la arquitectura del lugar. Delgado y desgarbado, Emilio era un contraste absoluto con los musculosos hombres que rodeaban a Aurelio. Aurelio nunca habría esperado que el destino le jugara esa jugarreta. Al ver a Emilio por primera vez, su corazón comenzó a latir con una intensidad desconocida para él. Una obsesión lo poseyó. Ordenó que se investigara todo sobre el joven, desde su familia hasta sus intereses. "Será mío," dijo con la certeza de un hombre acostumbrado a ver sus deseos cumplidos. Con la información en mano, Aurelio se acercó a Emilio y, usando todo su carisma y seducción, le propuso ser su novio. Emilio, aterrorizado y confundido, respondió con firmeza: "Nunca me fijaría en un mujeriego que cree que tener muchas mujeres lo hace un gran hombre." La furia se apoderó de Aurelio por un momento, pero la maldición hizo que recordara su obsesión y deseo. "Si fueras otra persona te mataría, pero tú me has vuelto loco. Serás mi novio y solamente mío," le espetó con una mezcla de rabia y declaración. Desesperado por conquistar el corazón de Emilio, Aurelio intentó todas las tácticas. Pero cuando vio que nada funcionaba, optó por un camino más oscuro. Una noche, con la excusa de hacer las paces, Aurelio invitó a Emilio a beber algo con él. Bajo el hechizo de un potente afrodisiaco, Emilio se rindió ante las manipulaciones de Aurelio. El joven, aún confuso por los efectos de la droga, terminó accediendo a casarse civilmente con Aurelio y consumaron su unión en la opulenta habitación de su mansión. Al terminar, Aurelio, en un tono más posesivo que nunca, susurró: "Eres mío. Mataré a cualquiera que se atreva a tocarte." Despertando al día siguiente, Emilio vio el acta de matrimonio y, abrumado por el miedo por su familia, decidió quedarse con Aurelio. Sin embargo, le puso una condición: "Si de verdad me amas, debes terminar con tus aventuras extramaritales y estar solo conmigo." Sorprendentemente, Aurelio aceptó las palabras de su "reina." Empleando tanto dinero como intimidación, se deshizo de las mujeres con quienes antes compartía su vida. Cada día que pasaba, Aurelio se volvía más posesivo y celoso con su esposo, hasta el punto de contratar a varios compañeros de Emilio para que lo vigilaran constantemente. Emilio vivía en una dicotomía; por un lado, temía a Aurelio y su mundo de violencia, por otro, se encontraba cada vez más embriagado por las noches de pasión que compartían. Comenzaba a entender por qué las mujeres caían rendidas ante el narco. En las pocas veces que compartían momentos de intimidad absoluta, Aurelio ordenaba a sus hombres que no los molestaran bajo ninguna circunstancia. Interrumpirlos significaba una sentencia de muerte segura. La maldición maya había hecho su trabajo: transformó al temido Aurelio Casillas en un hombre obsesivamente enamorado de un joven que nunca hubiera imaginado. Y aunque Emilio aún sentía el temor de estar atrapado en la jaula dorada del narco, una extraña relación emergió entre ambos, un amor oscuro nacido de la magia antigua y la desesperación humana.