Destino Amoroso: Transformación y Redención

Había una vez, un Quaterback llamado Chad, que con tan solo 18 años tenía todo lo que una persona podía desear: atractivo, musculoso, millonario y con una personalidad avasallante. Su apariencia perfectamente esculpida y su confianza desbordante lo hacían el rey indiscutido de su escuela secundaria. Pero debajo de esa fachada encantadora, Chad era un ególatra y narcisista que no pensaba en más nadie que en sí mismo. Pasaba sus días burlándose y acosando a aquellos que consideraba inferiores, siendo uno de sus blancos favoritos un nerd de 17 años llamado Lucas. Lucas, un joven delgado y con gafas gruesas, era tímido, retraído y había aprendido a soportar en silencio las crueles bromas y agresiones de Chad y su pandilla. Un día, mientras Chad y sus amigos estaban una vez más golpeando a Lucas en el estacionamiento de la escuela, algo increíble sucedió. Sin que nadie lo viera venir, una flecha dorada voló por el aire y se clavó en el corazón de Chad. Esta flecha no era ordinaria; había sido disparada por Cupido, el dios del amor, con el propósito de castigar la arrogancia y prepotencia de Chad. En el instante en que la flecha tocó su corazón, Chad sintió un cambio profundo. Sus ojos, que antes miraban a Lucas con desprecio, ahora lo hacían con un amor intenso y obsesivo. De repente, el nerd que había sido su objetivo de burla, se convirtió en su única y desesperante obsesión. — ¡Lárguense! —ordenó Chad a sus amigos—. Desde ahora, nadie tocará a Lucas. Él es mío. Confundidos pero asustados por la autoridad de Chad, sus amigos obedecieron sin cuestionar. Lucas, aturdido, no entendía nada de lo que estaba pasando. A partir de ese día, Chad comenzó a hacer todo lo posible para ganarse el amor de Lucas. Primero, se dedicó a mostrar su cuerpo esculpido, dejando a muchas chicas del instituto hechizadas y celosas. Pero Lucas no se dejó impresionar. Al ver que su físico no era suficiente, Chad comenzó a hacer cosas más significativas: intentaba protegerlo, ayudarlo con tareas, incluso le compraba costosos regalos. Pero Lucas no podía olvidar el tormento pasado tan fácilmente y no le correspondía. Desesperado y cegado por su obsesión, Chad ideó un último y desesperado plan. Una noche, se acercó a Lucas con una expresión que pretendía ser de sincero arrepentimiento. —Lucas, quiero que sepas que te dejaré en paz —dijo Chad mientras le entregaba una bolsa con panes recién horneados—. Por favor, acepta esto como una muestra de mi disculpa. Lucas, agotado de tantas sorpresas y con la guardia baja, aceptó los panes sin sospechar nada. Lo que no sabía es que estaban impregnados con un potente afrodisíaco. Al consumirlos, Lucas se sintió invadido por una ola incontrolable de deseo. En ese estado de vulnerabilidad, Chad aprovechó la situación. Manipulado por sus emociones y por el efecto de la flecha de Cupido, Lucas accedió a casarse con Chad. Al día siguiente se encontraban en una mansión lujosa, la residencia de Chad. Ahí consumaron su matrimonio, y finalmente, Chad sintió que su obsesión se había eco. Horas después de la perturbadora noche, mientras estaba abrazando a Lucas, Chad le susurró al oído: —Eres mío y solo mío. No dejaré que exista otra persona en tu vida que no sea yo. Lucas, medio consciente por los efectos de los eventos, se quedó en silencio, atrapado en una situación que nunca había solicitado ni deseado. La obsesión de Chad se había cumplido, pero a un precio que había distorsionado para siempre las vidas de ambos.