**Deseos Inesperados**

El cielo comenzaba a clarear con los primeros rayos del sol atravesando las cortinas de seda. Daniel, un nerd de 17 años que había comprado una lámpara antigua de una tienda de segunda mano, abrió los ojos ligeramente desorientado. La habitación en la que se despertaba no era la suya; había cambiado sus posters de videojuegos y pilas de libros por paredes adornadas con obras de arte y sábanas de satén. La sorpresa inicial se convirtió en asombro cuando bajó a desayunar. En el elegante comedor, una mesa era ocupada por delicados platos de porcelana y amplias bandejas de cocina gourmet. Sentado al extremo opuesto se encontraba el entrenador James. Su rostro, generalmente ceñudo y arrogante, se iluminó con una sonrisa cariñosa. —Buenos días, hijo —dijo James con calidez inusitada. Daniel, aún estupefacto, intentó encontrar palabras, pero su mente estaba demasiado ocupada procesando la surrealidad del momento. —Ya te he dicho que el desayuno que la criada nos ha hecho está listo —James añadió, con un tono despectivo dirigido a la mujer que estaba de pie a un lado. Ella, irónicamente, era la madre biológica de Daniel. El don de la lámpara había transformado la realidad. En esta nueva vida, el entrenador James no solo conocía la existencia de Daniel, sino que era un padre posesivo y controlador. Décadas atrás, al descubrir que iba a ser padre, James había decidido que su hijo no merecía la simpleza de una vida ordinaria y marginó a la madre para tomar el control absoluto de la crianza de Daniel. —Recuerda, hijo —indicó James mientras cortaba su fruta con precisión y elegancia—, hoy nos vamos a la preparatoria. En la escuela, soy tu profesor. Estoy muy orgulloso de tus calificaciones. Además, comenzaremos a entrenar tu físico para que seas fuerte y tengas un gran futuro. Después de decir esto, James se levantó y abrazó a Daniel paternalmente. Un gesto que, para Daniel, era tan desconcertante como reconfortante. Al final del abrazo, James dirigió una mirada severa a la criada. —Levanta los platos y limpia la mansión. Esta noche celebraremos el premio que recibiste en las Olimpiadas Matemáticas del estado. —Luego, girándose de nuevo hacia Daniel, agregó—: Dime, hijo, ¿qué deseas? Todo lo que me pidas será tuyo. A lo largo del día, Daniel comenzó a ver que la figura del entrenador James no había cambiado del todo. Era amoroso y protectivo solo con él, mientras que con los demás seguía siendo el mismo hombre antiguo lleno de egocentrismo y crueldad. Sin embargo, lo que más desconcertaba a Daniel era el nivel de control que James ejercía sobre su vida. Cada amistad, cada actividad y cada decisión eran estrictamente vigiladas y controladas por su nuevo padre. Una tarde, mientras practicaban ejercicios en el patio trasero de la inmensa mansión, Daniel se atrevió a preguntar. —Papá... ¿por qué eres tan protector y... controlador? James detuvo sus movimientos y, con una mirada grave y decidida, contestó: —Porque te quiero, hijo. He trabajado toda mi vida para construir este imperio y asegurarme de que tengas lo mejor. Eso incluye las personas que están cerca de ti. Solo quiero lo mejor para ti, incluso si eso significa protegerte de quienes no son dignos de ti. Daniel asintió lentamente, aún procesando las capas de complejidad en su nueva vida. Mientras volvía a su habitación esa noche, no podía evitar preguntarse si había hecho bien en usar ese deseo sin pensar. La vida que llevaba ahora era demasiado diferente, llena de lujos pero también de restricciones. La imagen de su madre trabajando como criada resonaba en su mente y un sentimiento de culpa lo aplastaba. Durante la cena de celebración, rodeado de opulencia y bajo la sombra protectora de James, Daniel comprendió que tenía el poder de modelar su destino. Si lo que había deseado con la lámpara era real, entonces tal vez, solo tal vez, podría también desear un equilibrio, un punto medio donde pudiera ser feliz y libre sin perder el amor paterno que, a su modo retorcido, le brindaba James. Desde ese momento, Daniel supo que tendría que encontrar la manera de combinar las realidades y forjar una vida donde él fuese el capitán de su propio destino.