Cursed Love: Aurelio Casillas and the Maya Temple Enchantment

En la densa selva del Yucatán, una leyenda inquietante cobraba vida. Aurelio Casillas, el formidable narcotraficante conocido como "El Señor de los Cielos", se encontraba en un antiguo templo maya junto a su banda de leales secuaces. Buscaban tesoros escondidos y riquezas olvidadas, pero lo que encontraron fue una maldición ancestral que cambiaría el curso de sus vidas. Al apoderarse de una reliquia sagrada, desataron una fuerza extraña y poderosa. Esa noche, mientras celebraban su éxito, Aurelio se sintió de repente mareado y febril. Soñó con una figura, un joven de apariencia frágil, intelecto afilado y gafas gruesas, que estudiaba los ruinosos pasillos del templo. Al despertar, Aurelio solo podía pensar en aquel joven nerd, cuyo nombre era Martín, un estudiante de arquitectura especializado en culturas antiguas. Martín había sido retenido por los hombres de Aurelio sin saber la razón. Cuando Aurelio lo vio por primera vez, sintió una atracción tan intensa y obsesiva que desbarataba su característico temple. Deseaba conocer cada detalle de su vida, hasta el más insignificante. <<Él será mío>>, dijo Aurelio, con la determinación que empleaba al dirigir sus operaciones. Aurelio se acercó una noche al joven, con toda la sutilidad de la que era capaz. <<Sé mi novio>>, le instó. Martín, sorprendido y disgustado, replicó: <<Nunca me fijaría en un mujeriego que se cree grande solo por tener muchas mujeres>>. La respuesta hirió el orgullo de Aurelio, pero no su obsesión. <<Si fueras otro, te mataría>>, amenazó. <<Pero tú me has vuelto loco y serás solo mío>>. Intentó ganarse el afecto de Martín de múltiples maneras, pero al ver que nada funcionaba, ideó un plan desesperado. Una noche, se acercó con una sonrisa y una propuesta de paz. <<Podríamos beber algo para sellar la tregua>>, sugirió. Martín, cauteloso pero resaltando su curiosidad, aceptó. Sin saberlo, consumió una bebida adulterada con un poderoso afrodisíaco. El efecto fue inmediato y avasallante. Martí cayó en una espiral de pasión controlada por Aurelio, y poco tiempo después, se encontraba casado civilmente con el temido narcotraficante. La noche de bodas tuvo lugar en la opulenta mansión de Aurelio. Al terminar, él le susurró de manera posesiva: <<Eres mío. Mataré a cualquiera que se atreva a tocarte>>. A la mañana siguiente, Martín despertó junto a Aurelio, viendo el acta de matrimonio y ponderando los riesgos que la huida traería a su familia. Decidió someterse a su destino, asegurando la seguridad de sus seres queridos pero imponiendo una condición. <<Si de verdad me amas, debes terminar con tus aventuras extramaritales y ser solo mío>>. Aurelio, cegado de amor y obsesión, aceptó. La vida al lado de Aurelio era una mezcla de miedo y placer prohibido. El narcotraficante, ahora más celoso y posesivo, vigilaba a Martín incluso mediante sus antiguos compañeros. Pero en las noches, lejos de las miradas y con la confianza de la intimidad, Aurelio mostraba un afecto feroz y apasionado que Martín nunca había experimentado. Cuando estaban a solas, Aurelio imponía su ley. Ordenaba a sus hombres no interrumpir sus momentos de amor y prometía balas en la frente para quienes osaran desobedecer. Mientras Martín vivía esta dualidad, aprendió a sobrevivir bañándose en la violencia y caricias ardientes de un narco al que una antigua maldición había transformado.