"Cuerpos Cambiantes: Venganza en Risas"

Había una vez en un pequeño pueblo, una anciana llamada Gertrudis. Con sus ochenta años, había acumulado muchas experiencias y sabiduría, pero el peso del tiempo y las arrugas en su piel siempre le recordaban su avanzada edad. En el mismo pueblo vivía Maribel, una joven de veinte años, muy hermosa pero con un carácter soberbio y burlón. Maribel solía reírse de Gertrudis cada vez que la veía, mofándose de sus arrugas y de su andar lento. Un día, Gertrudis, harta de las constantes burlas de Maribel, decidió que era hora de darle una lección. En su juventud, Gertrudis había sido una talentosa hechicera, pero había dejado la magia de lado con el paso de los años. Sin embargo, sabía que su último y más poderoso hechizo todavía residía en su memoria. Después de días de preparación, Gertrudis finalmente ejecutó su plan. Una noche, esperó a que Maribel regresara a su casa después de una de sus habituales salidas con amigos. Cuando Maribel pasó junto a la casa de Gertrudis, la anciana susurró unas palabras mágicas y de inmediato, algo extraño comenzó a suceder. Un resplandor rodeó a ambas mujeres y, en un abrir y cerrar de ojos, sus cuerpos se intercambiaron. Maribel, ahora en el cuerpo frágil y encorvado de Gertrudis, gritó de terror. Intentó correr hacia su casa, pero su nuevo cuerpo no tenía la agilidad que ella conocía. Mientras tanto, Gertrudis, ahora en el cuerpo joven y vibrante de Maribel, rió con malicia. Ella había recuperado no solo la juventud, sino toda la belleza y vitalidad que siempre había deseado. Al día siguiente, Maribel, atrapada en el cuerpo de la anciana, intentó suplicar a Gertrudis que deshiciera el hechizo. Pero la nueva Maribel, con una sonrisa cruel, simplemente le dijo: —Pobrecita, ahora eres vieja. Y déjame decirte, es permanente. Pasaron los días y Gertrudis, en el nuevo cuerpo de Maribel, disfrutaba de las ventajas y la atención que venían con su juventud restaurada. A menudo se encontraba en el espejo, maravillada por su propio reflejo y recordando lo menuda que se había sentido en su verdadero cuerpo. Utilizaba su nueva apariencia para ganarse lo que quería y jamás volvió a recibir una burla. Por otro lado, la verdadera Maribel, atrapada en la fragilidad de la ancianidad, comenzó a aprender la lección más difícil de su vida. Aquella experiencia la hizo reflexionar sobre su comportamiento pasado y, aunque Gertrudis no parecía dispuesta a revertir el hechizo, Maribel empezó a ser más amable y comprensiva con los demás. Así, en aquel pequeño pueblo, una anciana se convirtió en una joven burbujeante y una joven soberbia fue castigada a vivir como una anciana, aprendiendo con cada día la importancia de la humildad y el respeto. Y Gertrudis, en su nueva piel, vivió feliz, riéndose cada vez que recordaba cómo había cambiado las tornas de su destino.