Corazones Rotos en una Mansión de Secretos

**Título: El Corazón de los Olvidados** Christian de la Campa, el apuesto y musculoso actor y modelo, vivía en una opulenta mansión junto a sus dos hijos, aunque para él realmente solo existía uno. Su hijo mayor, Alejandro, de 18 años, era su orgullo y reflejo en todo sentido: carismático, popular y el quarterback estrella de una exclusiva preparatoria para niños ricos. El otro hijo, Daniel, de 16 años, era todo lo contrario. Humilde, noble, con un corazón de oro, Daniel era un nerd débil y, según Christian, un ser insignificante, por lo que él y Alejandro negaban su parentesco. Desde que Daniel era pequeño, vivió bajo una nube de rechazo y humillación. Su propio padre y hermano afirmaban que era un huérfano dejado en la puerta de la mansión, y en la preparatoria su situación no mejoraba. Alejandro, junto a su pandilla, solían hostigarlo con brutalidad, siempre negando que algún lazo los uniera. Con el paso del tiempo, la tristeza y el dolor se fueron apoderando de Daniel, quien sufría en silencio a causa de una enfermedad cardiaca que había mantenido oculta. El muchacho, resignado a su destino, decidió un día abandonar la mansión para pasar sus últimos días en paz, lejos de aquel infierno. Con maletas en mano, se disponía a irse cuando Christian y Alejandro lo interceptaron. —Tú no te vas de aquí, eres demasiado insignificante. Tu lugar es en la cocina —escupió Christian. —Me iré de este infierno, adiós —respondió Daniel con determinación. La furia cegó a Christian y Alejandro, quienes lo sujetaron a la fuerza. En medio de la lucha, Daniel gritaba que lo soltasen. En un instante de ira descontrolada, padre e hijo lo arrojaron por el balcón de las escaleras. Su cuerpo cayó varios metros y se golpeó de manera desastrosa. Al ver lo que habían hecho, la culpa y el remordimiento los envolvieron. Corrieron hacia el primer piso y llevaron a Daniel al hospital de inmediato. Christian suplicó a los médicos que lo salvaran. —Su enfermedad cardiaca se ha agravado debido al accidente. Está agonizando —informó el doctor. Cristian y Alejandro, destrozados, se acercaron al pobre joven. Daniel, con un hilo de voz, les dijo: —No les guardo rencor, quiero descansar en paz. Los perdono. Christian, visiblemente arrepentido, le pidió perdón. —Hijo, por favor, resiste. Soy demasiado rico, mi dinero puede pagar lo que sea para que vivas. Su hermano mayor también imploró perdón, suplicándole que resistiera. Pero Daniel cayó en coma y los médicos notificaron que necesitaba un corazón nuevo. —Señor, debemos desconectarlo para que no sufra —dijo el médico. Christian, enfurecido, se negó. —Me llevaré a mi hijo de aquí, no lo desconectarán. Me lo llevaré a casa y allí será atendido —determinó. De este modo, llevó a Daniel de regreso a la mansión y contrató a una enfermera para cuidarlo. Todos los días, se sentaba a su lado. —Descansa, hijo. Papá está buscando un corazón para ti. Te amo mucho, pronto estarás bien. Ya castigué a tu hermano por golpearte en la preparatoria. Y en cuanto a ese bastardo que te rompió el corazón por esa apuesta, ya me vengué. Nadie se mete con mi hijo —decía mientras le daba un beso en la mejilla. Christian había leído el diario de Daniel y comprendió la magnitud del sufrimiento de su hijo menor. Decidido a redimir sus errores, su nueva meta era encontrar un corazón a como diera lugar. Mientras tanto, Alejandro, golpeado física y emocionalmente, se acercó a su padre. —Papá, ¿cómo está Daniel? —preguntó con lágrimas en los ojos. —Está descansando. Espero que hayas aprendido la lección —respondió Christian severamente. Y así, en medio del dolor y el arrepentimiento, Cristian de la Campa se embarcó en una desesperada búsqueda para salvar al hijo a quien había negado por tanto tiempo, buscando enmendar sus errores y recomponer una relación que nunca debió haber sido rota.