Betraying Echoes: The Lord of the Skies' Passion

En la vida del narcotraficante Aurelio Casillas, conocido como el Señor de los Cielos, siempre había habido poder y fuerza. Él era el tipo de hombre que obtenía todo lo que deseaba y no aceptaba un “no” como respuesta. Sin embargo, había una mujer que no solo lo rechazó, sino que también lo traicionó, y eso fue algo que su ego nunca pudo perdonar. Cuando Aurelio supo que tenía un hermano menor, un joven nerd de 18 años llamado Adrián, urdió un plan para vengarse de la manera más cruel. Aurelio se presentó a sí mismo como Alejandro, un exitoso empresario, y comenzó a seducir a Adrián con su carisma y atractivo natural. Lo que comenzó como un juego llevado por el deseo de venganza, se convirtió en algo inesperado. Cada vez que veía al joven, algo en su duro corazón cambiaba; poco a poco, una chispa de amor sincero se encendía. Con el tiempo, Alejandro y Adrián comenzaron una relación seria. Adrián, con su naturaleza inocente y apasionada por la tecnología, encontró en Alejandro un misterioso mundo de seguridad y aventura. Incluso cuando sus manos temblaban frente al teclado, su corazón latía con fuerza por ese hombre que le había robado el corazón. Por otra parte, Aurelio trataba desesperadamente de recordar el motivo original de su acercamiento, pero su mente siempre volvía a la sonrisa del joven. La necesidad de proteger su identidad y mantener a Adrián a su lado llevó a Aurelio a decisiones despiadadas. Descubrió que su amada hermana planeaba informar a la policía sobre él. En un súbito brote de violencia, la secuestró y la llevó a una de sus propiedades alejadas. Con una frialdad escalofriante, la miró a los ojos y dijo: —Me deshice de ti porque me estorbabas en mi camino. No pienso perder a tu hermano, tranquila, yo voy a cuidarlo y protegerlo. La mujer murió sabiendo que su hermano estaba atado a un demonio con un disfraz de ángel. Aurelio regresó como Alejandro, protegiéndolo y queriéndolo más intensamente cada día. Con el tiempo, la relación se volvió oficial; una boda secreta y exquisita en una de las haciendas de Aurelio selló su unión. Para Adrián, su amor ardía tanto como su ignorancia sobre la verdadera identidad de su esposo. Todo cambió una fatídica noche cuando Adrián intentó sorprender a su amado. Sigiloso, entró a la habitación donde escuchó voces y risas apagadas. Asomándose por la puerta entreabierta, presenció a Aurelio, junto a otros hombres, torturando cruelmente a alguien para arrancarle información. —Buen trabajo, patron. Ya conseguí los pasaportes para usted y su esposo. Todo está listo según sus órdenes —dijo uno de los hombres. Aurelio sonrió, su máscara momentáneamente caída, y contestó: —Buen trabajo. Adiós. Un horror helado corrió por el cuerpo de Adrián. Todo encajaba, como piezas rotas de un rompecabezas. Tembloroso, se dirigió a su cuarto y comenzó a empacar desesperadamente sus pertenencias, con lágrimas de impotencia corriendo por su rostro. Enterándose de lo sucedido, Aurelio entró en el cuarto, sacó su pistola y apuntó hacia Adrián. —Si te vas de mi lado, mataré a tu familia como maté a tu hermana. Te buscaré por cielo y tierra. Eres mío y de nadie más. Desesperado, con su vida y la de su familia en un hilo, Adrián se quedó. Aunque el amor y el odio ardían dentro de él, esa noche cayó, una vez más, en el seductor abrazo de Aurelio. La pasión era como un veneno dulce que lo atrapaba, haciéndole olvidar por momentos la realidad terrible en la que vivía. Así, Adrián se convirtió en prisionero de un amor peligroso y de un hombre despiadado que haría cualquier cosa para no perderlo. Mientras, Aurelio, al mirar los ojos de su joven esposo, sabía que, por primera vez en su vida, él también estaba preso, pero no por el poder o el miedo, sino por el amor verdadero.