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Question: Escriba una historia en la que un hombre atractivo,musculoso,egolatra, narcisista y multimillonario de 35 años, al morir su esposa a dar a luz a su unico hijo cuando el tenia 21 años,este hombre en vez de atender a su hijo paso su tiempo haciendo negocios y teniendo muchas amantes, fuera de eso este hombre era cruel,arrogante y bully de su propio hijo por ser su hijo debil,un nerd y un perdedor a sus ojos. Este hombre desconocia que su hijo de 14 años padecia de una enfermedad terminal y le quedaba poco tiempo de vida. Un dia el joven quiso dejar ese infierno en donde vivia, al hacerlo se enfrento a su padre en una fuerte discusion, esa discusion genero que al joven le diera una crisis,esa crisis fue tan fuerte que el joven perdio el conocimiento, por primera vez este hombre a ver a si a su hijo, sintio culpa y remordimiento y lo llevo al hospital, en el hospital se entero de la enfermedad terminal del joven , al enterarse la culpa y el remordimiento lo dominaron.Este hombre le pidio perdon a su hijo, el joven como no era rencoroso lo perdono, pasaron 3 semanas despues y mientras los dos estaban en un dia de campo, el joven tuvo una fuerte crisis y murio, el hombre al ver a su hijo muerto grito no, no hijo por favor no te vayas perdoname, pero el joven ya estaba muerto, al perder a su hijo este hombre se ahogo en la locura,imaginaba que su hijo estaba vivo,su locura era tal que en su oficina tenia un muñeco al que le hablaba y le decia deja termino esto del trabajo y nos vamos a pasar tiempo padre e hijo,todos sus empleados le tenian miedo porque si decian que el estaba loco y que su hijo murio se ponia peligroso y violento.
En el apogeo de su juventud, Daniel Gómez, un hombre atractivo y musculoso de 35 años, era el epítome del éxito multimillonario. A los 21 años había sufrido una tragedia que lo marcó profundamente: su esposa falleció al dar a luz a su único hijo, Samuel. Lejos de encontrar consuelo en la paternidad, Daniel se sumergió en sus negocios y en una vida opulenta plagada de amantes. Con el tiempo, se convirtió en una figura arrogante, cruel y narcisista. No sólo era implacable en los negocios, sino también en casa. Samuel, un joven de 14 años, padecía en silencio bajo la constante humillación de su padre. Daniel lo veía como un débito a su impecable imagen, debido a que Samuel era débil, un nerd y, a sus ojos, un perdedor. Desconocía que su hijo sufría de una enfermedad terminal que le estaba robando lentamente la vida, una mordaza de dolor que el joven escondía tras su timidez. Un día, agotado por el infierno en el que vivía, Samuel decidió enfrentarse a su padre. La discusión fue feroz, una batalla de gritos que desenterró años de resentimiento. La tensión culminó cuando Samuel, presa del estrés y la enfermedad, sufrió una grave crisis. Los segundos siguientes fueron un borrón de pánico y confusión para Daniel, quien por primera vez en la vida sintió un torrente de culpa y remordimiento arremolinarse en su pecho. Desesperado, llevó a su hijo al hospital, donde su mundo se desmoronó al conocer el diagnóstico terminal de Samuel. Los médicos le explicaron que le quedaba poco tiempo de vida y que cada momento era valioso. En una súplica desesperada, Daniel le pidió perdón a su hijo. Samuel, con una madurez inusitada y sin rencores, aceptó las disculpas de su padre. Las siguientes tres semanas se convirtieron en un torbellino de emociones y redescubrimiento. Daniel hizo un esfuerzo, aunque tardío, por ponerse al día con todo lo que había perdido. Planificó un día de campo, ansioso por crear recuerdos que quedaran grabados en sus corazones. Ese día de campo fue idílico hasta que Samuel sufrió otra fuerte crisis. Esta vez, sin embargo, no hubo retorno. Mientras las palabras "No, hijo, por favor, no te vayas. Perdóname" se deslizaban por sus labios, Samuel ya había exhalado su último aliento. A partir de ese doloroso día, Daniel no volvió a ser el mismo. Se ahogó en la locura, una realidad alternativa donde Samuel aún vivía. En su oficina, colocó un muñeco al que hablaba como si fuera su hijo, prometiéndole tiempo juntos una vez terminadas las obligaciones laborales. Sus empleados, aterrados, caminaban sobre cáscaras de huevo, sabiendo que un mal comentario sobre la muerte de Samuel podía desencadenar una violencia incontrolable. Daniel, el hombre que había conquistado el mundo y las fortunas, se había dejado consumir por la soledad y la locura. En su mente, Samuel nunca se fue, y en sus diálogos absurdos con el muñeco, se asomaban los vestigios de un hombre que había perdido todo lo que realmente importaba. La culpa y el remordimiento se volvieron sus compañeros constantes, y sus días, una búsqueda interminable de redención en una pesadilla sin fin.
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