Aurelio Casillas: Narcotrafficante y Maldición Maya

Era una noche oscura y pesada cuando Aurelio Casillas, el infame narcotraficante conocido como "El Señor de los Cielos", ordenó a sus hombres saquear un antiguo templo maya. La codicia por las riquezas escondidas en aquel lugar lo cegó, sin saber que desataría una maldición que cambiaría su vida para siempre. Entre los saqueadores y el caos, un joven nerd y debilucho llamado Fernando se encontraba estudiando la arquitectura del templo. Fascinado por la historia y misticismo del lugar, se perdió en sus pensamientos sin percatarse del peligro que se avecinaba. Aurelio, siempre rodeado de amantes y conocida su crueldad con aquellas que lo traicionaban, no entendió qué le estaba sucediendo al ver a Fernando. Fue como si una flecha atravesara su corazón. La maldición había surtido efecto: se enamoró perdidamente del joven. Aurelio no tardó en ordenar una exhaustiva investigación sobre la vida de Fernando, determinado a hacerlo suyo. Días después, usando toda su astucia y encanto, Aurelio se acercó al joven y, con una sonrisa seductora, le propuso: "¿Qué te parece ser mi novio?" Fernando, con una mezcla de sorpresa y desdén, respondió: "Nunca me fijaría en un mujeriego que cree ser un gran hombre por tener muchas mujeres." El rostro de Aurelio se ensombreció. "Si fueras otra persona ya estarías muerto," dijo con voz amenazante. "Pero tú me has vuelto loco, y te digo: serás mi novio y solamente mío." Sin importar los rechazos y las negativas de Fernando, Aurelio no se rindió. Hizo todo lo que estuvo en sus manos para ganarse su afecto, pero nada parecía funcionar. Hasta que, una noche, sugirió: "Tomemos algo por la paz, te dejaré tranquilo." Fernando, cansado de la insistencia, aceptó. No se dio cuenta del potente afrodisíaco que Aurelio secretamente mezcló en su bebida. Bajo los efectos del químico, Fernando terminó casándose civilmente con Aurelio, y esa misma noche, tuvieron relaciones sexuales en la lujosa mansión del narco. Al despertar, Fernando, aturdido y alterado, vio el acta de matrimonio y comprendió la situación. Pensando en su familia y el peligro que correrían si intentaba huir, decidió quedarse con Aurelio. "Si de verdad me amas, debes terminar con tus aventuras extramaritales y solo estar conmigo," exigió Fernando. Aurelio, tocado por las palabras de su amado, accedió. Canalizó su poder e influencia para romper con sus anteriores amantes, usando dinero y miedo. El tiempo pasó y la obsesión de Aurelio por Fernando creció. Contrató a varios jóvenes del entorno académico de Fernando para que lo vigilaran y protegieran. Los celos de Aurelio eran incontrolables. Al enterarse de que Fernando abrazó y comió con su amigo Pablo en su cumpleaños, la furia cegó su razón. Aurelio secuestró a Pablo, decidido a eliminar a quien osara tocar lo que era suyo. Los gritos y llantos de Fernando resonaron en el aire. "¡Por favor, Aurelio! No lo mates. Es mi único amigo, mi hermano. Solo me abrazó porque era mi cumpleaños," suplicó Fernando, acercándose al narco. "Tú eres el único que me ha tocado y me tocará." Dicho esto, lo besó apasionadamente. Aurelio, dominado por el beso, decidió perdonar a Pablo, pero le advirtió: "Nunca jamás vuelvas a abrazar a mi esposo si no quieres morir." Fernando siguió besando a Aurelio hasta llevarlo a la habitación, donde una vez más entregaron sus cuerpos al deseo. Así, atrapados en una espiral de pasión, obsesión y poder, vivieron una vida marcada por la intensidad. Fernando, siempre con la esperanza de cambiar a Aurelio, y Aurelio, dispuesto a hacer lo imposible para mantener a su amor junto a él, sin perder la esencia posesiva que caracterizaba su corazón maldito.