Aurelio Casillas: Amor y Maldición

En medio de la espesa selva del sur de México, Aurelio Casillas observaba el paisaje desde su helicóptero. Sus hombres estaban ocupados saqueando un antiguo templo maya, cargando baúles llenos de joyas, artefactos y documentos. Para Aurelio, era simplemente otra operación más, hasta que uno de sus secuaces trajo algo diferente: un joven, delgado y con gafas, que había sido capturado en el sitio. Miguel estudiaba arquitectura antigua y había soñado con esta expedición toda su vida. Ahora, estaba encadenado y temblando de miedo frente a un hombre que solo conocía por las leyendas y noticias sensacionalistas: Aurelio Casillas. Sin embargo, mientras los tesoros eran transportados al helicóptero, algo oscuro sucedía. Una estatua profanada comenzó a emitir un leve brillo esmeralda, y un susurro que solo Aurelio podía escuchar se hundió en su mente. La maldición de Ah Puch, el dios maya de la muerte, se activó al profanarse su templo. Aurelio no tenía idea de lo que sucedía, pero sintió un cambio profundo en su ser, como si se hubiera abierto una puerta a un corazón que antes no sabía que tenía. Ahora en su mansión, rodeado de riquezas y lujos, un pensamiento persistente y obsesivo comenzó a consumir a Aurelio: Miguel, el joven estudioso. Aunque intentaba seguir con su vida de excesos, mujeres y violencia, no podía dejar de pensar en esos ojos llenos de conocimiento y pureza. Era una atracción inexplicable e incontrolable. Aurelio ordenó a sus hombres que investigaran todo sobre Miguel. Sabía que él debía ser suyo. Durante días, los informes se acumularon: descubrió que Miguel era un estudiante brillante, sin antecedentes criminales, sin familia cercana. —Quiero que me lleven hasta él —ordenó Aurelio, su voz firme pero su mente agitada por la obsesión. Miguel, tras ser liberado y regresar a su rutina académica, no imaginaba que el peligro aún lo acechaba. Un día al salir de la universidad, fue secuestrado nuevamente y llevado a un lugar oculto. Cuando el joven fue empujado a una habitación elegante, se encontró cara a cara con Aurelio, cuya mirada había cambiado. No era la mirada del asesino y narco temido, sino la de un hombre atrapado en su propia locura. —Te he estado buscando —dijo Aurelio suavemente, acercándose. —¿Qué quieres de mí? —preguntó Miguel con una mezcla de miedo y desconcierto. —Te quiero a ti —respondió Aurelio, clavando sus ojos en los del joven—. Seré claro, quiero que seas mi novio. Solo mío. Miguel lo miró con asco y dijo, sin titubear—: Nunca podría fijarme en un mujeriego arrogante que se cree grande solo por tener muchas mujeres. No tienes idea de lo que es el verdadero amor o el respeto. La furia estalló en Aurelio, pero se controló a duras penas—: Si fueras cualquier otra persona, te mataría por tus palabras. Pero tú… tú me has vuelto loco. Te digo que serás mío, cueste lo que cueste. La obsesión de Aurelio creció y, con ello, su desesperación por ganar el amor de Miguel. Mandó regalos caros, joyas, construyó una biblioteca exactamente como la que él había soñado. Pero nada podía cambiar los sentimientos del joven, quien veía únicamente el monstruo que Aurelio era. El narco poderoso, ahora vulnerable ante la maldición de su propio corazón, entendió que el amor no podía comprarse ni forzarse. Y en esa triste revelación, Aurelio Casillas decidió hacer lo impensable: dejar ir a Miguel, esperando que algún día, el joven pudiera ver al ser humano más allá del monstruo. Miguel, liberado, volvió a su vida, sabiendo que la obsesión y la maldición habían cambiado a ese hombre para siempre. La maldición había cumplido su propósito, mostrando a Aurelio una verdad que ninguna riqueza ni poder podría otorgarle.