An Unexpected Wish-2

En el mundo de Kurtis Stevens, cada día era una lucha. A sus 14 años, era un joven nerd, con lentes gruesos y una estatura más bien baja, lo que lo hacía blanco fácil para los abusadores. Las circunstancias de la vida lo habían dejado huérfano, pero una beca lo había llevado a estudiar en una preparatoria de élite, donde los estudiantes eran hijos de familias adineradas y poderosas. El problema más grande de Kurtis no eran sus compañeros altivos y riquillos, sino Nick Walker, el entrenador físico del gimnasio. Nick, con sus músculos esculpidos y su rostro atractivo, solía pasar sus días atormentando a Kurtis con bromas crueles y empujones violentos. Kurtis soñaba con un día en el que pudiera escapar de sus pesadillas diarias. Un sábado por la tarde, Kurtis caminaba por una venta de garaje en un barrio antiguo, invadido por un sentimiento de tristeza y desesperación. Fue entonces cuando encontró una vieja lámpara de aceite con grabados exóticos. Sin pensarlo dos veces, compró la lámpara por unas pocas monedas, llevándola a su modesta habitación en el hogar de niños donde vivía. Al frotar la lámpara por curiosidad, una ráfaga de luz dorada llenó la habitación, y una voz antigua y profunda se materializó en el aire. —Soy el genio de la lámpara. Concede un deseo sincero y será tuyo. Sin pensar demasiado, Kurtis exclamó: —¡Deseo que Nick Walker sea mi padre sobreprotector, amoroso y posesivo! Al día siguiente, Kurtis despertó sintiéndose distinto. Su cama era enorme y lujosa, y la habitación a su alrededor era de una elegancia deslumbrante, llena de juguetes exquisitos y gadgets de última tecnología que jamás podría haber imaginado tener. Golpearon suavemente la puerta, y al abrirla, se encontró cara a cara con Nick Walker, quien ahora tenía una expresión tierna y preocupada. —Buenos días, hijo. ¿Dormiste bien? —preguntó Nick con voz cálida y afectuosa. Kurtis apenas podía creerlo; el deseo se había hecho realidad. Ahora vivía en una mansión magnífica, y Nick era su padre adoptivo, completamente diferente a su anterior yo abusivo. Nick lo mimaba con cariño y le demostraba un afecto sobreprotector que parecía no tener fin. El lunes siguiente, al regresar a la prepa, Kurtis notó el cambio inmediatamente. Los estudiantes que solían acosarlo ahora lo miraban con respeto y, en algunos casos, con miedo. Sabían que Nick era su padre, y todos tenían miedo de enfrentarse a su poder y fuerza. Kurtis seguía manteniendo a sus dos mejores amigos de siempre, Jack y Lisa. Ellos lo aceptaban tal como era y se alegraban por su nueva realidad, aunque también les resultaba un poco difícil adaptarse a la idea de que el antiguo villano ahora actuara como héroe. Durante las semanas siguientes, Nick se mostró extremadamente protector y amoroso, velando por cada aspecto de la vida de su hijo nuevo. Participaba en sus estudios, asistía a sus presentaciones y se aseguraba de que nadie se atreviera a levantarle la mano. Kurtis, aunque aliviado de estar libre de sus antiguos abusadores, comenzó a notar los efectos de la sobreprotección. Nick no dejaba que hiciera nada solo y siempre estaba pendiente, a veces cruzando la línea hacia el comportamiento posesivo. Un día, Kurtis decidió hablar con Nick, expresando sus sentimientos. —Papá, aprecio mucho todo lo que haces por mí, pero necesito también mi espacio y aprender a enfrentar mis propios desafíos. Nick reflexionó sobre las palabras de Kurtis y, aunque le costó, empezó a darle un poco más de libertad, asegurándose de siempre estar cerca por si lo necesitaba. Con el tiempo, Kurtis encontró un equilibrio en su vida. Aunque su deseo había transformado radicalmente su realidad, descubrió que su propia fuerza interior y valor eran lo más importante para enfrentar el mundo. Nick y él desarrollaron una relación genuina y afectuosa, aprendiendo ambos el verdadero significado de familia y amor. Así, el joven nerd, débil y no tan agraciado, encontró no solo protección y amor en su nueva vida, sino también un camino hacia su propia superación personal.