**Amor y Maldición: Narco y Estudiante en Destino**

Aurelio Casillas, el temido y poderoso narcotraficante conocido como el Señor de los Cielos, jamás había conocido una emoción tan profunda y perturbadora como la que lo embargó aquel día en que sus hombres asaltaron un antiguo templo maya. Entre los cautivos traídos de la misión se encontraba un joven, delgado, de gafas gruesas y aspecto tímido que estudiaba la arquitectura del lugar. Su nombre era Esteban, un erudito apasionado por la historia y el arte antiguo. La atracción de Aurelio hacia Esteban no fue algo ordinario. Invadido por una inexplicable obsesión, el narco empezó a investigar cada aspecto de la vida del joven. Ordenó a sus hombres que le trajeran toda la información posible. Quería saber cada detalle de su existencia, desde sus gustos hasta sus más profundos secretos. Sabía que Esteban debía ser suyo. Aurelio, con un aire de seguridad inquebrantable, se acercó a Esteban y lo sedujo con su carisma oscuro. Sin embargo, el joven no era fácil de conquistar. A pesar de su vulnerable apariencia, Esteban tenía un espíritu indomable. "Nunca me fijaría en un mujeriego que se cree grande por tener muchas mujeres," le respondió con determinación cuando Aurelio le propuso ser su novio. Al escuchar estas palabras, la furia subió por las venas del narco, pero también lo hizo su ardor. "Si fueras otra persona te mataría, pero tú me has vuelto loco y te digo: serás mi novio y solamente mío," declaró Aurelio, sus ojos resplandeciendo con una mezcla de deseo y amenaza. Nada de lo que Aurelio intentó parecía funcionar para ganarse el afecto de Esteban. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para lograrlo. Una noche, en un último intento desesperado, Aurelio convenció a Esteban de beber algo juntos "por la paz". Lo que Esteban no sabía era que su bebida contenía un afrodisíaco potente. El efecto fue inmediato y abrumador. Bajo la influencia del afrodisíaco, Esteban no solo cedió ante las caricias de Aurelio sino que se encontró casándose civilmente con él horas más tarde. La pasión que siguió fue tan intensa como inesperada para ambos. Cuando terminaron, Aurelio, en un tono posesivo, le susurró: "Eres mío. Mataré a cualquiera que se atreva a tocarte." El joven despertó al día siguiente, aturdido y en shock al ver el acta de matrimonio. Sabía que cualquier intento de huir podría poner en peligro a su familia, así que decidió quedarse con el narco por el bien de los suyos. "Si realmente me amas, debes terminar con tus aventuras extramaritales y solo estar conmigo," le exigió Esteban. Aurelio, sorprendido por la firmeza y valentía de su amado, aceptó las palabras de su "reina" y, usando dinero y miedo, terminó con sus relaciones con otras mujeres. Cada día, Aurelio se volvía más posesivo y celoso, asegurando que nadie más se acercara a su joven esposo. Incluso contrató a varios compañeros académicos de Esteban para que lo cuidaran y vigilaran. Por un lado, Esteban sentía miedo del narco y su temperamento volátil, pero por otro lado, las noches de pasión con Aurelio lo hacían sentir emociones que jamás hubiera imaginado. En su retiro privado, Aurelio daba órdenes estrictas a sus hombres: nadie debía molestarlos mientras él estaba con su amado bajo amenaza de muerte. La vida de Esteban ahora giraba en torno a este amor tóxico y controlador, enredado en una telaraña de poder, miedo y pasión. Y aunque sabía que su vida nunca volvería a ser lo que había sido, había aprendido a navegar este peligroso mar con la única brújula del amor que, a su manera distorsionada, Aurelio sentía por él.