1. **Voces en la Oscuridad: Un Padre y Su Hijo en la Guerra** 2. **El Último Grito: Fe y Traición en Alemania (1945)** 3. **De las Cenizas: Un Coronel Nazi y Su Hijo en Búsqueda de Redención** 4.

El Juzgado Militar estaba lleno de silencio expectante cuando el juez leía los cargos contra el coronel nazi Friedrich Von Kleist. Era mayo de 1945, y Alemania había caído ante las fuerzas aliadas, revelando los horrores y atrocidades cometidos durante el régimen de Hitler. Uno de los acusados más infames, el coronel Von Kleist, de imponente presencia y figura atractiva, estaba en el centro de la sala, con una mirada desafiante y fría. El juez enumeró los crímenes con voz grave: "Friedrich Von Kleist, se le acusa de participar en el genocidio de millones de judíos, experimentos inhumanos y la ejecución de inocentes. También se le acusa de haber mantenido cautivo en su propia casa a un joven judío de 15 años. ¿Cómo se declara?" Von Kleist alzó la cabeza, con ojos helados pero orgullosos. “Es cierto. Cometí esos crímenes y no me arrepiento de nada. En cuanto al joven, no estaba secuestrado. Está en nuestra casa porque es mi hijo. Sí, escucharon bien, el único judío que para mí merece vivir. Cuando lo encontré a los 9 años, supe que era el hijo de una conquista mía de 1930, que resultó ser judía. La capturé en Polonia en 1939 y, al ver al niño y supe su edad, le hice una prueba de ADN que confirmó que era mío. Lo arrebate de su madre y él ha estado bien en casa. Es mi pequeño, lo único bueno que me queda en este mundo.” Un murmullo se propagó entre los presentes, conmocionados ante la confesión y la frialdad del hombre. El joven judío, con lágrimas en los ojos, avanzó hacia su padre y le preguntó con voz temblorosa: "¿Por qué mataste a todos esos inocentes? Aunque lo niegues, son judíos como yo. Me hubieras matado solo por ser judío." Von Kleist lo miró con severidad pero también con ternura: "A ti nunca te lastimaría. Eres mi hijo, no eres igual que esos judíos. Tú eres la excepción. Ahora, abrázame. Si voy a morir, quiero irme con un abrazo." El joven, con el corazón roto, apenas pudo acercarse antes de que los soldados lo apartaran. "No se preocupe, coronel. Su hijo estará en un hogar seguro con nuevos padres," dijo uno de los oficiales al coronel. Una ira fría recorrió el rostro de Von Kleist cuando fue llevado a su celda. La desesperación y la furia dieron fuerzas al hombre. Más tarde esa noche, golpeó fríamente al policía de la celda y, disfrazado con su uniforme, escapó. Usando una pistola, asaltó el albergue donde mantenían a su hijo. "Vamos, comenzaremos una nueva vida," le ordenó. El joven, asustado, le suplicaba: "No puedo irme y ser un prófugo. Por favor, entrégate, papá." Von Kleist lo miró con decisión y respondió: "Eso nunca," antes de noquear al joven con una poderosa bofetada. Lo cargó y logró abordar una embarcación que los llevó a Estados Unidos, huyendo de los tribunales de justicia y del pasado doloroso que ataba al muchacho al hombre que llamaba padre.